Cartografía. Historia de los mapas antiguos

Decía Mercator que los mapas son los ojos de la historia.

Este libro está pensado para asomarse a los antiguos mapas y ver lo que sus autores vieron cuando miraron e interpretaron el mundo plasmándolo en ellos.

 

 

Cartografía de la Antigüedad Clásica

LOS PRIMEROS MAPAMUNDIS

 El mapamundi más antiguo que se conoce es una tablilla de arcilla cocida de origen Babilónico del siglo VI a.C. que conserva en el Museo Británico. Dos tercios de su anverso están ocupados por el mapa, mientras que el otro tercio y todo el reverso están ocupados por un texto que explica el conjunto representado.

Para los babilonios la tierra era la parte habitable del planeta y aparece representada en este mapa como una superficie plana y redonda cruzada por dos líneas verticales, que representan los ríos Tigres y Eufrates. En el interior de este disco se dibujan y nombran las regiones de la tierra y se especifican datos concretos, como medidas y distancias. Se nombran también algunas ciudades y el río Eufrates.

Un poco por encima del centro está Babilonia, su nombre aparece escrito y enmarcado. Las otras ciudades están representadas con un círculo que a veces contiene el nombre y otras solamente un punto.

La tierra habitable está rodeada por un océano en forma de anillo llamado Río Amargo. Más allá de este círculo, se resumen las regiones que quedan en la periferia del planeta; las anotaciones se refieren a una zona en la que “no se ve el sol” poblada por animales legendarios y demoníacos.

El norte está en la parte superior del mapa.

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No se conservan mapas originales de la cartografía griega, pero sí muchos textos explicando la evolución de los conocimientos geográficos de nuestro planeta. En base a la interpretación de estos textos se han realizado reproducciones muy exactas y fiables.

Las primeras descripciones de la tierra en la antigua Grecia fueron herederas de la tradición babilónica. La imaginaron como un disco plano envolviendo al Mar Mediterráneo y rodeado a su vez por un océano-río en cuyo extremo más lejano se apoyaba la bóveda celeste.

Esta es la idea de la tierra que trasmite Homero en la Ilíada y especialmente en la Odisea. La tierra, según la concebían Homero y sus coetáneos, era un disco flotando sobre el agua en el interior de una semiesfera transparente que era el cielo. Por debajo de la tierra habitable y del agua, se encontraba el Tártaro, el reino de la oscuridad y de los muertos.

 

 

Parecida era la concepción de la tierra representada en el primer mapamundi griego del que se tienen referencias. Hablan de él y lo describen Heródoto y Estrabón. Lo dibujó Anaximandro (ca. 611-545 a.C.) y sabemos que el mapa abarcaba todo el ámbito de la tierra habitable con todos los mares y ríos conocidos. La tierra, según la representó Anaximandro, era un cilindro oblongo, dos veces más ancho (de Este a Oeste) que alto (de norte a sur). Se distribuía alrededor del mar Mediterráneo y estaba a su vez rodeada por un río-océano. Esta tierra cilíndrica y oblonga estaba habitada únicamente en su disco superior -al que los griegos llamaban ecúmenos, diferenciando la tierra habitada y habitable de la tierra-planeta-, y permanecía libremente suspendida en el centro de una esfera completa que era el cielo. No se caía, porque al ser equidistante de todo, no podía caer hacia ningún lado.

En esta misma línea está también el mapa de Hecateo (ca. 550-476 A.C), que perfeccionaba al de Anaximandro y aportaba datos nuevos referidos a las zonas más alejadas del centro del mundo, situado en Delfos.

 

 

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INTERPRETACIONES EN LA GRECIA CLÁSICA. ESFERICIDAD DE LA TIERRA

El esfuerzo por fundamentar racionalmente los conocimientos teóricos, condujo a los pensadores griegos a estructurarlos y sistematizar las disciplinas científicas y, al amparo de los nuevos conocimientos en astronomía, cosmología y geometría, ocurrió un cambio importante en la forma en que el hombre entendía los fenómenos naturales y el mundo físico que le rodeaba, de manera que la tierra, tanto la conocida como la desconocida, se describía cada vez con más probabilidades de acierto.

Parménides (514-450 a.C.), fue el primero en describir la esfericidad de la tierra y la situó en el cetro del universo. Acertó con la forma, aunque no fueron cuestiones geométricas o astronómicas las que indujeron tal afirmación, sino la cabal preferencia por la simetría y el equilibrio, conceptos estos muy gratos a los pensadores griegos. Siendo la esfera la forma más pura y perfecta del universo, solo cabía esperar que el universo mismo y la tierra toda, participaran de esta perfección.

Sin embargo, a la claridad cada vez más firme de los conocimientos científicos, la teoría de la esfericidad de la tierra se afianzaba. Aristóteles se sumó a ella y sustentó la teoría exponiendo razones de tipo geométrico y también de índole práctica. Argumentó que si un observador inmóvil ve aparecer un objeto por la línea del horizonte, por ejemplo, un barco, ve primero la parte superior del mismo, los mástiles, y luego la inferior, el casco. Si este mismo observador se desplaza en dirección Norte-Sur siguiendo la línea de un mismo meridiano, verá cambiar la elevación de la estrella Polar y, a su vez, aparecer estrellas y constelaciones en la línea del horizonte que no se veían en el lugar de origen. Estos hechos sólo podían explicarse si el observador se hallaba sobre una superficie esférica. Otro argumento tenía que ver con la física que él había desarrollado,

En cuanto a su forma, la Tierra es necesariamente esférica (...) De un lado, es evidente que si las partículas que la constituyen proceden de todas partes dirigiéndose hacia un mismo punto, el centro, la masa resultante debe ser necesariamente regular, pues si se añade una misma cantidad por todo el entorno, la superficie del cuerpo exterior obtenido forzosamente equidistará del centro. Tal figura es la esfera.”

Aristóteles avanzó una cifra: calculó la longitud de la circunferencia del planeta en 400.000 estadios, unos 72.000 kilómetros. Poco tiempo después, Dicearco de Mesina (350-290 a.C.), considerado como uno de los más importantes geógrafos griegos, ajustó bastante esta medida. Realizó un mapa en el que trazó una línea principal a la que llamó ‘Diafragma’, precursora del ecuador, que siguiendo el Mediterráneo dividía la superficie terrestre en dos mitades, una meridional y otra septentrional. También imaginó otra línea perpendicular a la anterior, que trazó pasando por Rodas. Desde el punto de intersección de ambas líneas, calculó la longitud de la circunferencia en unos 300.000 estadios y realizó un estudio sobre la altura de los montes del Grecia, algo muy novedoso, pues no parece que los datos sobre el relieve terrestre importaran mucho a nadie en aquellos tiempos.

Dicearco de Mesina
Mapamundi de Dicearco de Mesina, 300 a.C. aprox.

Poco antes de que Dicearco dibujara su mapa, un intrépido viajero griego-marsellés de nombre Pitias, regresaba de una expedición que le había conducido hasta los confines del mundo en su afán por determinar las latitudes más remotas. Dejó constancia de que en su periplo hacia el oeste había visitado las Islas Británicas y las Casitérides, y dirigiéndose después hacia el norte, había conocido diversos territorios e islas, entre ellos el reino de Thule -pudiera ser Islandia-, las costas noruegas y las islas Feroes. Explicó que en aquellas latitudes ‘el agua, la tierra, el aire y el fuego pierden su naturaleza individual y se entremezclan y confunden’; tal debió ser la impresión producida en aquel hombre meridional por la brumosa atmósfera, las tormentas y los géiseres de las zonas septentrionales. Estos territorios los refleja Dicearco en su mapa. En adelante se convertirán en tierras míticas y la mención a Thule será habitual en la cartografía hasta bien avanzada la edad media.

 

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CARTOGRAFÍA ALEJANDRINA. LA MEDIDA DE LA TIERRA

Según iba pasando el tiempo, la sistemática científica afinaba cada vez más y la geometría aplicada a la astronomía estuvo en situación de establecer mediciones muy precisas derivadas del estudio de los movimientos planetarios. Para entonces los cosmólogos estaban volcados en la astronomía y en el universo, pero para hacer más entendibles las magnitudes cósmicas se precisaba una medida exacta de la tierra, referente y centro del universo.

Por fin fue Eratóstenes de Cirene (276-194 a.C.), filósofo, astrónomo, matemático, geógrafo y director de la biblioteca de Alejandría, el que acertó en medir con exactitud la longitud del meridiano terrestre. Lo hizo comparando la inclinación de los rayos solares en Siena (actual Assuán) y en Alejandría en el momento exacto del mediodía del solsticio de verano. Como Siena se encuentra justo encima del trópico, en este momento exacto de ese preciso día (22 de Junio), una estaca clavada en vertical sobre el suelo, no debe dar sombra. En Alejandría, que está prácticamente en el mismo meridiano que Siena pero está más al Norte, sí. Allí la sombra formaba un ángulo de 7° 12' respecto a la vertical. Como esta cantidad es casi exactamente la cincuentava parte de la circunferencia, bastaba medir la distancia entre ambas ciudades y multiplicarla por 50 para saber la medida total del círculo. De esta manera calculó Eratóstenes con bastante precisión que el meridiano medía 39.500 kilómetros, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que la medida correcta es de unos 40.000 kilómetros.

Mapamundi de Eratóstenes

Aparte de su gran hallazgo, Eratóstenes perfeccionó las artes cartográficas proponiendo un sistema irregular de paralelos y meridianos para ubicar cada punto en el mapa. Atendiendo a los conocimientos aportados por los topógrafos que acompañaron a Alejandro Magno en sus campañas asiáticas, dibujó un nuevo mapamundi que perfeccionaba los anteriores de Anaximandro y Hecateo, completando el continente asiático hasta la India, e introduciendo tierras nuevas, como la isla Taprobana, que en adelante tendría presencia continuada en toda la cartografía hasta el renacimiento.

Va siendo hora de terminar ya este capítulo que solamente quería ser un apunte breve pero necesario para poder trabajar más adelante la cartografía renacentista, que retomará todos estos conocimientos después de que anduvieran extraviados durante la Edad Media. Lo cierto es que aunque Eratóstenes calculó con acierto, tuvieron poca fortuna sus descubrimientos sobre la medida de la tierra, porque uno de sus seguidores, Posidonio de Rodas (135-50 a.C.), rehizo los cálculos y redujo la medida a algo más de 28.000 kilómetros. De un plumazo de cargó un cuarto de superficie terrestre e indujo un equívoco que duraría más de 1.500 años y en virtud del cual partió Colón hacia Occidente con la idea de llegar a Oriente, que presumía a la vuelta de la esquina.

Y antes de cerrar aquí, un comentario final sobre Hiparco de Rodas (190-125 a.C.), que reformuló la red de paralelos y meridianos haciéndola regular, recuperó la división babilónica del círculo en 360 grados, divisibles a su vez en sesenta minutos de sesenta segundos, lo que permitió establecer el sistema de coordenadas para señalar la posición; propuso la proyección cónica para dibujar los mapas, e inventó el astrolabio. Y otro recuerdo también para Crates de Mallus (145 a.C.), constructor del primer globo terrestre del que tenemos referencias. Lo más sorprendente de este geógrafo es que, convencido de que las formas tienden a la simetría y al equilibrio y viendo que la tierra ocupaba apenas un tercio de la superficie del globo, supuso que más allá de los mares habría otras tierras todavía desconocidas. Con esta idea postuló la existencia de tres continentes más cuya masa compensaría la de la ecumene. Los llamó Periecos, Antípodas y Antecos. Ubicó los dos primeros en el lugar que ocupan América del Norte y del Sur, y el tercero sería un continente austral, opuesto a la tierra entonces conocida y habitada. La presencia de esta tierra austral-incógnita en los mapas, será una constante –como lo son Thule y Taprobana- hasta que el descubrimiento de Australia y de la Antártida lo hagan realidad y reequilibren el planeta.

 

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Cartografía de la Alta Edad Media

 CARTOGRAFIA DE LA ALTA EDAD MEDIA

Detalle del discario de Ebstorf, 1234

Desde el principio de la Edad Media desapareció el interés por el rigor científico que prevaleciera en la época clásica. Por los caminos de una tierra plana cuyos límites se desconocían se esfumó afán de precisión. En el alto medievo, la perspectiva cosmográfica y la descripción de la tierra derivaron hacia el ámbito de lo legendario, lo religioso y lo simbólico.

La desaparición casi total de la visión científica del mundo aportada por la cultura clásica no obedeció probablemente a una tentativa deliberada del cristianismo por arrinconar el conocimiento ‘pagano'. Es más razonable pensar que tras la conmoción derivada de las invasiones germánicas y de la caída del Imperio Romano, tuvo lugar un cambio rápido y radical en las formas de vida y pensamiento. El afianzamiento de la religión cristiana impulsó nuevos temas de interés y un enfoque esencialmente distinto de la manera de enfrentar el conocimiento.

A medida que los monasterios se consolidaban como centros de conservación y propagación de la cultura, las nuevas producciones ocupaban un lugar preferente en las bibliotecas. Muchos escritos antiguos quedaron amontonados y olvidados en los lugares menos accesibles de los scriptoriums o en las bodegas de los monasterios. Pero esto sucedió más por carecer de aliciente que como resultado directo de una censura eclesial sistemática. Esta relegación, sin embargo, bastó para que el rigor científico de la cosmografía clásica se olvidara y desapareciera del mapa.

  (NOTA: Sin embargo en la memoria del subsuelo muchos de los viejos textos fueron conservados por el polvo y reaparecerían con vigor siglos después. La obra de Ptolomeo es un buen ejemplo de ello).

         

     Parte 1.- LA CONCEPCIÓN GEOGRAFICA DEL MUNDO EN LA ALTA EDAD MEDIA

 Desde el punto de vista cartográfico, la Alta Edad Media europea es una época falta de rigor y llena de ingenuidad. Se han olvidado los conocimientos anteriores y solamente en el mundo musulmán sigue vigente la guía ptolemaica. Los nuevos mapas responden a una concepción discoidal de la tierra y en la mayoría de ellos predominan las ideas geográficas basadas en los arquetipos bíblicos. Representa la tierra entera tal como es concebida, son por tanto mapamundi.

Si bien como instrumentos de guía son inútiles y no tienen el menor interés cartográfico, son interesantísimos documentos históricos. No en vano decía -ya en el siglo XVI- el gran cartógrafo holandés Gerard Mercator, que "los mapas son los ojos de la historia". Estos mapas complementan e ilustran nuestro conocimiento de la cosmología medieval y al fin conducirán a la explosión cartográfica del renacimiento.

Son, además, auténticas y fascinantes obras de arte.

-En este período se barajan dos principales concepciones geográficas de la tierra que determinan el estilo de las distintas representaciones cartográficas. Son:

A) La de zonas climáticas, inspirada en la cosmografía de Macrobio. Es la que más elementos clásicos conserva, pues sigue imaginando una tierra esférica.

Representación de la tierra según Macrobius.Edición del Sueño de Escipión publicada en Brescia en Mayo de 1485.

B) La "isidoriana", que describe una tierra plana, tripartita y circular en la que toda la ecumene, la tierra habitable, se ajusta a los tres continentes conocidos.

Representación diagramática de la tierra según la concepción de Isidoro.

           A. Concepción de Macrobius o de las Zonas Climáticas

 En su origen el mapa basado en la distribución de la tierra en función de las zonas climáticas está inspirado en autores griegos y lo desarrolla Ambrosio Macrobio en su ‘Comentario al sueño de Escipión', a principios del siglo V.  En él imagina la tierra vista desde el cielo. Los mapas que inspira son de estructura muy simple, pero tienen el mérito de conservar para las generaciones futuras algunos aspectos de la ciencia clásica cuando ya las obras originales habían sido olvidadas.

En estos mapas se divide el mundo en zonas correspondientes a tres variantes climáticas que se repiten en cada hemisferio.

Mapa de las zonas del mundo de Macrobio, siglo IX

En ellos dos estrechas franjas perusta' (tórridas) separadas por el océano y limitadas por los trópicos ocupan la parte ecuatorial del planeta.

Por encima y por debajo de esta franja ardiente, se extienden dos zonas temperata' (templadas). La del hemisferio boreal corresponde a la tierra que conocemos y habitamos; de la del hemisferio austral no tenemos conocimiento, pues tanto las franjas ardientes de la perusta como el cauce del océano la hacen inaccesible. Es la "Terra Incógnita" de las Antípodas, un vastísimo mundo abierto a las aventuras de la imaginación.

Por último, en cada uno de los polos hay una zona frigida' (helada) habitada por seres extraños.

Durante la Edad Media múltiples copias e interpretaciones de esta concepción ilustraron las sucesivas ediciones de la obra de Macrobius, algunas muy esquemáticas y otras ricas en matices e incluso con singularidades insospechadas.

Curioso mapa representando la tierra de Macrobius como si estuviera reflejada en un espejo, con Asia a la izquierda y Europa y África a la derecha. Fue publicado en Paris en 1524, en una edición del "Somnium Scipionis" Libri II. En él se marcan las zonas climáticas, la tierra conocida y la tierra incógnita en las antípodas.

Esquema macrobiano del mundo en una medallón francés de 1461

     B.- Los diagramas Isidorianos

 En lo que se refiere a la cartografía, su importancia radica en que en ellos se originarán los llamados mapas de "T en O" y son también la inspiración de los mapamundi de los Beatos.

 Estos mapas diagramáticos fueron en principio muy sencillos, se inscribían en las sucesivas ediciones de las Etimologías de Isidoro de Sevilla y reproducían casi sin detalles la descripción de la tierra que en ellas se hacía. Representaban la tierra conocida dividida en tres continentes cruzados por dos cursos de agua en forma de T y rodeados por un anillo oceánico, la O.

Página de las Etimologías de Isidoro de Sevilla (560-636). Corresponde a la primera impresión de esta obra que se hizo en Europa, en 1472

Estos mapas están "orientados", es decir, en la parte superior se encuentra oriente. La barra transversal de la T representa una línea continua formada por el Nilo, el Helesponto, el Ponto Euxino (mar Negro), el Palus Maeotis (mar de Azov) y el río Tanais (Don). Esta franja separa Asia, en la mitad superior del mapa, de los otros dos continentes. El otro curso de agua, perpendicular al anterior, corresponde al Mar Mediterráneo y divide la mitad inferior del mapa dejando Europa a la izquierda y África a la derecha. Cada continente es la heredad de uno de los hijos de Noé. Asia está habitada por los pueblos semitas, descendientes de Sem. África por los camitas, descendientes de Cam y Europa por los descendientes de Jafet.

Folio 17v del Código Albeldense (950-951) con el mapamundi resultante del reparto de la tierra entre los hijos de Noé. La tercera miniatura representa el paraíso.

 Desde principios del siglo VIII, a la sencillez diagramática de estas representaciones se van incorporando elementos geográficos y cosmográficos cada vez más historiados y complejos que darán lugar a los magníficos mapamundi plena Edad media: los representados en los Apocalipsis de los Beatos; los mapas T-O de códices y salterios, y los mapamundi circulares de Ebstorf y Hereford, ambos de finales del siglo XIII, que significan la culminación de una manera de concebir la tierra.

 

Reconstrucción de un mapa diagramático T-O para la descripción geográfica del mundo del 'Jugurtha' de Salustio, siglo X

 

Parte2.- LOS MAPAMUNDI DE LA ALTA EDAD MEDIA

El mapa medieval es la narración gráfica de una historia que se va complicando a medida que se cuenta. Sus peculiaridades expresivas hacen de ellos herramientas muy útiles a los historiadores colaborando en la tarea de conocer y describir los diversos matices de la visión del mundo propia de su época.

Aunque el modelo característico del mapa medieval es el desarrollado a partir de los diagramas isidorianos, hay que resaltar que el más antiguo mapamundi medieval que ha llegado hasta nosotros mostrando detalles geográficos identificables es el conocido como mapa del mundo de Albi, que no está trazado siguiendo este esquema.

Mapamundi de Albi, Siglo VIII

El mapa de Albi, de origen merovingio, está datado en el siglo VIII. También es un mapa orientado, con el Este en la parte superior, pero representa el mundo como una franja de tierra de ancho casi uniforme que abraza al mar Mediterráneo. Este mapa muestra esquemáticamente las fronteras de las provincias romanas y algunas de las ciudades que fueron importantes en la antigüedad clásica dándoles el nombre por el que eran conocidas en el período tardo-romano, lo que hace pensar que probablemente fue copiado de un mapa de aquella época.

Pero, como hemos dicho, el modelo habitual que se repite casi invariablemente en los más de seiscientos mapamundi medievales que se conservan es el mapamundi circular conocido como "T en O", también llamado discario o "Orbis Terrarum". Su origen es el esquema isidoriano. En ellos una tierra plana y redonda cruzada por dos cursos de agua en forma de T se inscriben en un océano anillo que es la O. Este anagrama -TO- contiene también las iniciales de "Orbis Terrarum" -El círculo de la tierra-, que es el nombre que recibió el mapamundi de Marcus Vipsanius Agrippa en el siglo I y una de las denominaciones más habituales de los mapamundi circulares desde entonces.

Orbis Terrarum de Agrippa. Roma S.I

Las características más recurrentes de este tipo de mapas son:

-La forma T en O que delimita una tierra tripartita.

-Su ‘orientación', con el Este en la parte superior.

-El armazón conceptual de carácter simbólico y religioso.

-La incorporación en muchos de ellos de una "terra incógnita" situada en el extremo sur del mundo, en parte derecha del mapa. Con frecuencia se dibujan en ella criaturas fantásticas.

-La incorporación frecuente de elementos fabulosos para resaltar lo desconocido: animales monstruosos, razas humanas legendarias, elementos iconográficos míticos y profanos, etc.

-El escaso interés cartográfico.  Han desaparecido de ellos los paralelos y meridianos con los que la cartografía clásica establecía las coordenadas; no presentan sentido de la proporción ni interés por los itinerarios o las rutas de navegación. La tierra aparece distorsionada y apelotonada para ajustarla a la concepción TO de la misma y el peso específico de los mares en el conjunto de la ecumene es apenas relevante.

A pesar de estas características comunes en la mayoría de los mapas alto-medievales, desde muy pronto se observan dos líneas estilísticas con características propias muy interesantes que destacan por su originalidad expresiva, por la belleza de fu factura y por el contexto en el que se inscriben.

  A) Una de ellas se origina y desarrolla en España en una serie de códices manuscritos conocidos como "Beatos". Reciben este nombre por contener unos "Comentarios al Apocalipsis" atribuidos a Beato de Liébana. Los mapas de estos códices están dibujados en un estilo mozárabe muy flexible que combina las diversas concepciones de la tierra y desarrolla ejemplares cuatripartitos o tripartitos; circulares, ovalados o rectangulares.

B) La otra línea cartográfica de la alta edad media la desarrolla la escuela anglo-normanda de origen francés que elabora  un tipo de mapas muy eclécticos e interesantísimos que culminan en los mapamundi circulares o discarios de Ebstorf y Hereford del siglo XIII. En este estilo hay que incluir, aunque anacrónico, el planisferio de Fra Mauro, que fue elaborado ya bien avanzado el siglo XV.

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    A) MAPAS DE LOS BEATOS

El monje llamado Beato, o Beatus, vivió en el monasterio de San Martín de Turieno, en el valle cántabro de Liebana, a finales del siglo VIII y allí escribió el texto de los "Comentarios al Apocalipsis de San Juan", libro que debió quedar terminado alrededor de 786. Esta obra fue muy admirada y difundida. Entre los siglos X y XIII se elaboraron muchas copias a las que se incorporaron láminas iluminadas con bellísimas miniaturas de gran intensidad iconográfica y cromática. A todas las copias de la obra original se las denomina por extensión, "Beatos".

La iluminación de códices desarrollada en los monasterios fue una actividad primordial en el arte de la Alta Edad Media. Durante el período mozárabe, en los siglos X y XI, se reproducían los códices miniados en los monasterios de zonas fronterizas sometidas a gran tensión militar y con un acusado sincretismo cultural. Los códices de los Beatos no son, sin embargo, obras mozárabes, pues a pesar de presentar influencias de las diversas corrientes artísticas del momento evidenciando la pluralidad de fuentes formativas, - visigótica, islámica,  carolingia-, desarrollan un estilo propio y original muy acusado que les confiere un status propio entre las manifestaciones pictóricas más hermosas, enigmáticas y sorprendentes de toda la Edad Media.

Ya en los siglos XII y XIII el estilo artístico de los Beatos corresponde plenamente a la concepción de la pintura románica. Los libros ricamente iluminados fueron muy solicitados y a la finalidad litúrgica y doctrinal se unió el valor suntuario y el prestigio que aportaba la posesión de una rica biblioteca. En este período al papel promotor de los monasterios se uniría el las escuelas catedralicias, los monarcas y la alta nobleza. Aunque se desarrollan diferentes ramas estilísticas, permanece estricta la unidad temática e iconográfica.

De los veintisiete Beatos conservados sólo veinticuatro contienen miniaturas y algunos ejemplares incorporan mapas que ilustran un pasaje concreto de los ‘Comentarios al Apocalipsis de San Juan' en el que se divide el orbe entre los apóstoles adjudicando a cada uno de ellos la parte del mundo que les corresponde evangelizar. El pasaje dice textualmente: "Haec est ecclesia per universum orbem dilata", (Esta es la iglesia difundida por el orbe universal).  La incorporación del mapamundi a las ilustraciones del códice obedece a la intención de ilustrar este pasaje.

No todos los beatos incorporan esta ilustración cartográfica a sus miniaturas, existe sólo en catorce de los Beatos conservados. En todos ellos es común la representación geográfica y el trasfondo simbólico, por lo que se supone que todos proceden de un mismo mapa original -quizás ya en el primer manuscrito- que, desafortunadamente, no se ha conservado. Aunque todos responden al mismo esquema la calidad del resultado varía en función de la cantidad de contenido incorporado y de la pericia del monje dibujante; pero, todos los mapamundi de los beatos mantienen la disposición los continentes y países según el siguiente invariable esquema:

En este croquis basado en el mapa de Saint Sever se han rotulado las regiones y ciudades representadas habitualmente en este tipo de mapas. Este esquema, con más o menos detalles, permanece invariable en todos los mapamundi de los Beatos

Los conocimientos geográficos de la Alta Edad Media eran limitados y se daba por hecho que la tierra era un disco plano rodeado por el océano y cubierto por la cúpula celeste. A esta idea responden los mapas de los Beatos, que pintan una tierra a veces redonda y otras elíptica o rectangular con los vértices redondeados, pero siempre circundada por un océano en forma anillo y cruzada por los cursos de agua que en su día describiera San Isidoro.

Respondiendo también a la descripción isidoriana, son mapas ‘orientados', es decir, oriente es el punto cardinal situado en la parte superior del mapa, en la clave está ubicado el Paraíso claramente reconocible por la iconografía que presenta: casi invariablemente, Adán y Eva, el árbol y la serpiente. Aunque no siempre, suelen dibujarse los cuatro ríos que brotan del paraíso y van a desembocar al mar periférico. Sus nombres eran Tigris, Eufrates, Geón y Fisón. Asia ocupa la parte superior del mapa y está separada de los otros dos continentes por grandes cursos de agua: de sur a norte: el Nilo, el Helesponto, el mar Negro, el mar de Azov y el río Don. En la parte inferior del mapa está África la derecha y Europa a la izquierda. Ambos continentes están separados por una franja de agua que representa el mar Mediterráneo.  También están representadas las principales cadenas montañosas.

El mar Rojo está invariablemente coloreado en rojo intenso y parece una lengua de fuego bordeando la península del Sinaí y ardiendo en el extremo sur de Asia. Estos mapas heredan la idea recurrente de que en el lejano sur, en el extremo derecho y más allá de la tierra conocida, un cauce marino tórrido e intransitable -con frecuencia coloreado también en rojo- separa la ecumene de una tierra a la que no se puede acceder y que habitada por seres prodigiosos. Es la "terra incógnita" de las antípodas.

 

 

Códice del Beato de Saint Sever año 1050-1060. Conservado en la BNF

 

Códice del Beato de Santo Domingo de Silos. Año 1106

Códice del Beato de San Andrés de Arroyo. Año 1220

Códice del Beato de Valladolid o Valcavado. Siglo X

Todos los mapas están en: http://picasaweb.google.com/LunaBruna1/MapasDeLaEdadMedia

 

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Cartografía de la plena y baja Edad media. Los grandes mapamundi circulares

A) Tiempo de viajes, maravillas, libros y mapas

 

Fragmentos de una página del libro de horas del Duque de Berry. Principios del S. XV 

Como el hombre medieval manifestó  una afición notable a los largos viajes y peregrinaciones y Valdeperrillos es un pueblo competente en el tema del cambio climático, aprovecho el momento y lugar para comentar que entre los siglos IX y XIV, tuvo lugar en la Europa de la Edad Media un largo período de climatología bonancible, algo más calido que el actual, que sin duda actuó a favor de la vitalidad, el ansia de aventura y el espíritu viajero del hombre del medievo.

  Apenas existe literatura de carácter profano anterior al siglo XII, el mundo medieval se expresa en un lenguaje de código cerrado que no nos ha llegado ‘traducido’ y desarrolla una rica simbología representada en figuras con frecuencia extravagantes, grotescas o monstruosas. Se trata de una semiótica que, no siendo fácil de interpretar, a menudo conduce al prejuicio de pensar que se trató de un tiempo oscuro y dogmático que transcurrió sumido en la superstición, de espaldas al conocimiento y a la cultura. Esta idea de la Edad Media no hace justicia en absoluto al mucho ímpetu y curiosidad con que el hombre medieval se posicionaba ante la vida, ante la realidad y ante el mundo.  

 

Ultimos mapas T-O. Siglos XIV y XV

  En lo que se refiere al tema que nos ocupa, es importante resaltar que este tiempo que con frecuencia se nos presenta como un todo-único y cerrado, era sin embargo muy abierto y estaba jalonado de caminos repletos de gentes ansiosas por recorrerlos. Caminos que subían hacia oriente (que estaba siempre arriba) o bajan hacia occidente, y en ellos una afluencia constante de hombres de armas, peregrinos, mercaderes, menestrales, juglares y aventureros. Caminos que llevaban a construir ciudades, a traspasar fronteras, a negociar en nuevos mercados y comerciar con nuevos productos. Y también a la guerra y la conquista o a la simple y llana aventura. En definitiva, al asombro y al conocimiento.

 

Representación de una comitiva en el salterio de sir Deoffrey Luttrell, c 1320-1340

  La exploración del mundo tuvo un fuerte componente espiritual y simbólico. En medio de aquel trajín el hombre medieval aprendía a interpretarse a sí mismo y observaba que su papel en la obra de la creación era, por naturaleza y por elección, el de un “homo viator”, un hombre en el camino. Pensando que el mundo es el libro que Dios ha escrito para significarse al hombre, salieron multitud de viajeros a explorarlo.

La tierra esférica de Gautier de Metz en su obra "L'image du monde" ca. 1246  

  Buena parte de la gente que se hacía a los caminos eran viajeros de Dios: religiosos, peregrinos y cruzados recorrían las rutas que conducían a Santiago de Compostela, a Roma o a Tierra Santa. Para todos ellos, muy ligados a la iglesia y cohesionados y justificados por la fe, los caminos de la tierra conducían al cielo. Recorrerlos formaba parte de su universo místico y de la exposición completa de una doctrina teológica.

Mapamundi de Cotton, S.XI; Mapamundi de Henry de Mainz, 1110; Mapamundi del salterio, 1225 A.D. 

  Cuando empezaba a decaer el espíritu de las cruzadas, se reavivó el viejo mito de oriente, que venía siendo recurrente desde la antigüedad. Dos acontecimientos literarios, ambos ficticios, impulsaron el renacer del mito. De una parte la difusión del “Roman de Alexandre”, narrando las aventuras de Alejandro Magno en su conquista de la India y las maravillas que allí vio y realizó. De otra, a partir de 1164 empezó a circular por las cortes europeas la carta que el misterioso Preste Juan dirigiera al emperador de Bizancio, al Papa y al emperador Federico Barbarroja.

  El Preste Juan era un supuesto rey-sacerdote que gobernaba un también supuesto imperio cristiano más allá de los dominios del Islam. En su carta describía las maravillas de un mundo demasiado semejante al paraíso terrenal bíblico, repleto de riquezas, animales exóticos y vegetación lujuriosa y habitado por los hombres más hermosos de la tierra. También estaban aquellas tierras pobladas por seres míticos, animales fabulosos y criaturas prodigiosas. Las abundancia de iconografía extraída de estas fuentes, dará fe de su importancia.

  

 Fragmento de la franja central del mapamundi de Ebstorf, desde el Norte (izquierda) al centro (Jerusalen). 1234 

Un viajero animado a conquistar este mundo magnífico iba abriendo las nuevas rutas comerciales que por mar -o preferentemente por tierra- conducían hacia los misterios de oriente y sus riquezas. Entre quienes recorrían estos caminos, el transeúnte más común era seglar, sin mayor ligazón con la iglesia que la propia del tiempo en que vivían. El paradigma de este tipo de viajero es, sin duda, Marco Polo. Como él, la mayoría de los viajantes que transitaron a partir del siglo XIII la ruta de oriente fueron aventureros intrépidos dedicados al comercio y viajando en pos de su negocio, o embajadores -laicos o religiosos- que viajaban con la encomienda de encontrar aliados para la cristiandad en los imperios del lejano oriente.

 

Fragmento de la franja central del mapamundi de Ebstorf, desde el centro (Jerusalen) a las antípodas en el Sur (derecha). 1234   

Había un tercer grupo de “viajeros” de los que no debemos olvidarnos pues en buena medida son los responsables del estallido cultural que germinaría a partir del siglo XIII en Europa. El camino que recorrían era intelectual y sus viajes fueron “virtuales”. Eran hombres curiosos y ávidos de acceder a los conocimientos que se iban incorporando al acervo cultural de su época.

  La paulatina difusión en Europa del papel, que empezó a substituir al pergamino a partir del siglo XII, y el amparo de las universidades, impulsó la secularización del oficio de copista y de su mano floreció una importante producción literaria de carácter laico y muy descriptiva, trabajada en scriptoriums seglares. Una parte de esta rica literatura ilustrada se centró en las crónicas de viajes y narraba en imágenes, verso o prosa, todo tipo de historias reales o imaginadas.

  Se trata de un género difícil de clasificar. Algo tiene de guía turística y de descripción de rutas e itinerarios; algo de localismos, costumbres y paisajes, y mucho de aventura y literatura de ficción. Aunque los viajes narrados solían ser fingidos –tal es el caso del más significativo de todos ellos, el viaje que Jean de Mandeville relata en su “Libro de las maravillas del mundo”- se trata de una producción estética y literaria de calidad, cargada de interés didáctico y capaz de procurar al ‘viajero’ que no viaja una experiencia excitante del mundo.

En este contexto histórico y cultural, las leyendas y las historias dibujadas ocuparon un lugar cada vez más importante en el esquema didáctico de la Edad Media. La forma de T en O tradicional en los mapamundi místicos y simbólicos de los siglos anteriores, pierde relevancia cediendo su lugar a mapas colmados de anotaciones y esquemas cargados de significado. En aquel momento, la palabra “mapamundi” se utilizaba indistintamente para nombrar la representación gráfica de la tierra y para los textos que la describían. A veces, ante alguna de estas obras, se hace difícil decidir si nos hallamos ante mapas que parecen libros o ante libros que parecen mapas. En los libros se dibujaron viñetas muy detalladas representando paisajes y espacios urbanos, itinerarios, fauna, flora y las curiosidades culturales y antropológicas de las tierras descritas. En los mapas se introdujeron leyendas significativas para explicar todo cuanto por ser nuevo o extraño, no se derivaría obviamente de la mera observación de los dibujos.

Fragmento del itinerario entre Londres y Tierra Santa. Obra de Matthew Paris. 1291

Las fuentes de inspiración son muchas y de diverso signo. La principal, sin duda, es la iconografía aportada por el imaginario cristiano extraído de textos bíblicos y doctrinales. A partir del siglo XIII será también importante la aportación de autores clásicos, prefiriéndose las descripciones más coloristas, de Pomponio Mela y de Plinio el Viejo a las más sobrias de Herodoto. El tercer ámbito principal de información son las historias y leyendas, especialmente las tomadas de la saga de Alejandro Magno y sus conquistas asiáticas.

Mapamundi de Ebstorf,1234; Mapamundi de Hereford,1290; Mapamundi Isidoriano del S.XI 

 

B) Los mapas

     a) Mapamundi Anglosajón de Cotton

     b) Mapamundi del Salterio

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Mapamundi del Salterio

El mapamundi del Salterio, realizado probablemente en Londres o en Westminster, c.1265. Se conserva en la British Library de Londres.

Este magnífico mapa contiene mucha información en un espacio muy pequeño. Apenas mide 10 cm de diámetro y a pesar de su reducido tamaño, ha sido considerado uno de los más grandes mapamundi medievales que han llegado hasta el día de hoy en magnífico estado.

El Salterio era un libro típico en las liturgias de la Edad Media en el que se ponían por escrito, desligados del resto de la Biblia, los 150 cantos comprendidos en el libro bíblico de los Salmos. Era habitual que los escolares practicaran en ellos la lectura, por lo que con frecuencia contenían mucha información añadida de carácter didáctico. Los salterios más lujosos estaban decorados con iniciales y cenefas ricamente coloreadas y contenían iluminaciones miniadas a página completa. Es el caso de este mapamundi, que es el único del que se tiene constancia que haya sido dibujado en un salterio. En él el mundo está presidido por una imagen de Cristo llevando en la mano izquierda un "orbis terrarum" mientras bendice al mundo con la derecha. La imagen de Cristo está flanqueada por dos ángeles que agitan sendos incensarios.

Su estructura es similar a todas las de la época. Dibuja un mundo tripartito, orientado con el este en la parte de arriba y Asia ocupando la mitad superior del mapa.  Europa ocupa el cuadrante inferior izquierdo y África el inferior derecho. Jerusalén está en el centro del mapa, como si fuera una diana. Recoge los elementos habituales en los mapas enciclopédicos medievales.

En oriente, el jardín del Edén simbolizado por un medallón que encierra a Adán y Eva y entre ellos el Árbol de la Ciencia del bien y del mal con una minúscula manzana. También se representan brotando del paraíso los grandes ríos de la tierra.

 

Hay muchas referencias a leyendas clásicas, como el Reino de las amazonas en Escitia o los Montes Caspios, tras cuyas puertas encerró Alejandro a los pueblos de Gog y Magog, identificados en la tradición cristiana con las diez tribus perdidas de Israel. También se alude a la Biblia con referencias textuales o iconográficas, como la muy esquemática arca de Noé en los montes de Armenia, los tres triángulos representando los graneros de José en Egipto -las pirámides-, o el Mar Rojo -pintado de rojo, naturalmente- dibujando en él el pasillo por el que los judíos salieron de Egipto hacia la tierra prometida

En el borde derecho, en el sur, representando todo el mundo desconocido, aparece una fila de seres extraños seres legendarios y razas portentosas de los que hablaran autores clásicos, como Plinio o Herodoto.

La parte correspondiente al occidente europeo y al norte de África, siendo una zona mucho más cercana y conocida, no suscita elementos textuales o iconográficos especialmente llamativos. Esta parte de la tierra se dibuja muy comprimida, ajustándola a un espacio deliberadamente limitado. El mundo propio del siglo XIII se refleja en las referencias a las cruzadas, la ubicación de importantes ciudades modernas como Londres, París, Barcelona, Lyon o Colonia y también en algunas de más solera histórica, como Roma o Cartago. El perfil de las Islas Británicas es discernible en el extremo del cuadrante izquierdo y, a pesar del poco espacio disponible, se puede ver el río Támesis. Londres, la ciudad en la que el mapa fue probablemente dibujado,  está marcada con un punto del oro.

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Mapamundi Anglosajón de Cotton

El Mapamundi Anglosajón o Cottonian se sale de los estilos que hasta entonces se habían desarrollado en la Edad media. No es un mapa diagramático en la línea de los T-O, ni místico al estilo de los Beatos ni tampoco un mapa inspirado en las zonas climáticas, como los de Macrobio. Es el más antiguo de los mapamundis circulares de la Edad Media en el que el mundo es claramente reconocible, está datado en torno a 1025.

Mapamundi Anglosajón de Cotton. Inglaterra, ca. 1025

Se dice que este mapa es el último de una larga tradición de mapamundis circulares que se trabajaron sin interrupción desde la antigüedad clásica, diseñados para mostrar todas las tierras contenidas entre las fronteras del imperio Romano. No ha quedado ningún original de estos mapas anteriores al Cottonian, pero sí conocemos  la descripción precisa del "Orbis Terrarum" que dibujó Marcus Vipsanius Agrippa, con mucho más valor simbólico que geográfico,  y que fue el inspirador de todos ellos. Este Mapamundi Anglosajón, aparte de ser el último mapa romano, también es el primero de la escuela anglonormanda cuyo máximo exponente serán los grandes discarios del siglo XIII.

Oriente. "Hic abundant leones". Y en la esquina de la derecha el arca de Noé.

Los espacios en blanco de los antiguos mapas romanos estaban ocupados por dragones, serpientes o leones. Era una manera de indicar espacios desconocidos ante los que había que extremar precauciones. El mapamundi anglosajón de Cotton, también los tiene. Arriba a la izquierda, en la parte de Oriente que se acerca al norte -observemos que se trata de un mapa orientado y Oriente se ubica en la parte superior-, detrás del mar Caspio y de los montes caucásicos, avisa: "Hic abundant leones". En África, entre Cartago y Mauritania, lo que hay son serpientes: "Zugis regio ipsa est in Affrica. est enim fertilis. sed ulterior bestiis et serpentibus plena" (También la región de Zugis está en África. Es muy fértil, pero después está llena de bestias serpientes".

Africa. "...bestiis et serpentibus plena"". Y en el extremo sur, la Antípoda y en ella, cinocéfalos (hombres con cabeza de perro).

El mapa está centrado en el Mediterráneo occidental, nombra las cuatro grandes civilizaciones de la antigüedad: Babilonia, Media, Macedonia y Roma, la zona de Palestina aparece dividida entre las tribus de Israel y no se dibuja el paraíso en el extremo de Oriente.

Aunque los contornos de la parte occidental de Europa se comprimen para ajustarlos al espacio disponible, los perfiles están trazados con realismo y son reconocibles. No faltan detalles míticos, por ejemplo, la entrada del Mediterráneo por el estrecho de Gibraltar está flanqueada por la torres de Hércules. Las costas de Inglaterra aparecen especialmente bien trabajadas. Es el más antiguo de los mapas  medievales en los que las costas de Inglaterra, lugar donde se elaboró el mapa, aparecen reconocibles y ajustadas a su forma real, aunque a medida que se va acercando al norte las formas se diluyen y acaba deshaciéndose en un rosario de islas. También queda descolgada la península escandinava. Evidentemente los pormenores del extremo norte no eran demasiado conocidos.

Extremo occidental del mundo. Inglaterra, España, las columnas de Hércules y el norte de África.

Cartografía para navegantes: Los Portulanos

Las cartas portulanas mediterráneas de los siglos XIV y XV

(NOTA: Este artículo está siendo actualizado y ampliado

Última actualización: 17 de Agosto de 2009)

A finales del siglo XIII apareció en Europa una nueva cartografía, de carácter estrictamente útil, circunscrita al ámbito de la navegación. Llegó impulsada por el uso generalizado de la brújula y desarrolló un tipo de cartas náuticas basadas en cálculos serios de la posición del navío y la distancia entre los puertos.

 

 

 Portolano atribuido a Pietro Vesconte, Italia. 1325

 

Se llamó a estos mapas cartas portulanas o portulanos. Su atención se centra en las rutas marítimas de navegación, en los detalles del litoral y el relieve costero, en los cursos bajos de los ríos -especialmente en sus tramos navegables-, en las mareas y en los vientos. Las primeras cartas portulanas aparecen en Génova, Venecia y Palma de Mallorca, y estos continuarían siendo los principales centros de producción cartográfica durante los dos siglos siguientes.

 

 Portolano de Angelino Dulcert. Primero conocido de la Escuela Mallorquina. 1335

 

En su origen la carta portulana tiene carácter empírico y el objetivo de ser útil a la navegación. Es una finalidad con pocas exigencias gráficas, solo requiere del estudio meticuloso de las costas y una cuidada representación de las mareas y los vientos. Estas exigencias se concretan en pocos elementos esenciales: la toponimia, la orientación y trazado de los rumbos.

 

La toponimia se centraba en los nombres de puertos y ciudades costeras y era abundantísima en toda la costa mediterránea y en el Mar Negro. Los nombres de los lugares están escritos en perpendicular a la línea de la costa, de tal manera que casi parece que la dibujan. Es frecuente que en una misma carta los nombres de los lugares reseñados procedan de distintas lenguas, pues eran muchos los navegantes que aportaban los datos necesarios para su elaboración.

 Ejemplos de la distribución de los topónimos en el mapa.

La orientación de las cartas portulanas se hace respecto al norte magnético, que es la dirección que indica la aguja imantada de la brújula. Esto significa que el NORTE está en la parte superior del mapa. Hoy esto puede parecernos una obviedad, pero con anterioridad a este tipo de mapas, la interpretación religiosa del mundo forzaba a "orientar" respecto al oriente, es decir, con el ESTE –el Paraíso Terrenal- situado en la zona superior de las cartas. Los cartógrafos árabes, por su parte, ubicaban el SUR en la parte de arriba de sus pergaminos; era mapas "sureados".

 

1413, Macià de Viladestes. Escuela mallorquina

 

Los rumbos de los vientos se trazaban en atención a los cuatro puntos cardinales y sus puntos intermedios; cada uno de los ocho vientos principales tenía su propio nombre y, dependiendo de la complicación de la carta, se señalaban los 16 medios vientos o los 32 cuartos de viento indicadores de los rumbos. Antes del mapamundi de los Cresques, no se dibujaba la rosa de los vientos, sino muchos puntos en el mapa de los que partían trazos que se imbricaban entre sí dibujando una enmarañada tela de araña que los navegantes podían interpretar.

 

Trazado de los rumbos en el mapa. Escuela italiana. 1350

 

Durante el siglo XIV hay dos tipos bien diferenciados de cartas portulanas. El primero de ellos y más habitual -el más sobrio y estrictamente náutico-, lo desarrollan las escuelas cartográficas italianas; el otro, que es mucho más historiado, lo inicia la escuela catalano-mallorquina y viene a culminar en el Atlas Catalán de los Cresques.

 

Al principio, la característica propia de las cartas de navegación italianas es la sobriedad. Sun estrictamente útiles y muy precisas, no desarrollan más rasgos que los esenciales para la navegación. Es una cartografía puramente náutica y en ella el interior de los continentes es un enorme espacio en blanco; solo las costas, algunos datos del relieve costero, los rumbos marítimos y el curso bajo de los ríos se refleja en ellas. Ocasionalmente se añaden los estandartes y escudos de los diversos reinos. Esta sobriedad utilitarista es la razón por la que la cartografía italiana sea, a nuestros ojos, menos impresionante que la mallorquina.

 

Cartografía italiana. Mapa de Pizzigano. 1424

 

La cartografía de la escuela mallorquina toma derroteros que la distinguen de la puramente náutica; se caracteriza por la creciente abundancia de elementos geográficos e históricos, llegando a compendiar muy diversas informaciones. Estos mapas ya no encajan en el ámbito de la pura cartografía, sino que están concebidos como una gran enciclopedia visual que contiene textos e imágenes destinados a captar toda la realidad geográfica, histórica, cosmográfica y humana de las zonas representadas.

 

Primer y único mapamundi circular de la escuela catalano-mallorquina. 1450, Biblioteca Estense, Módena

 

La técnica artística utilizada en su elaboración es la propia de los manuscritos medievales iluminados. En ellas también se detalla la ruta atlántica, desde las canarias hasta la península de Jutlandia, y las islas británicas. También se trabajan las rutas terrestres, que van adquiriendo cada vez más importancia. Este estilo culmina en el Atlas Catalán de los Cresques, sin embargo, durante los siglos XV y XVI, tanto la escuela mallorquina como la italianas elaboraran indistintamente ambos tipos de mapas, de tal manera que la expresión "cartografía mallorquina" se refiere más a un estilo que a la ubicación real de los talleres que la producen.

 

Portolano de Albino de Canepa, probablemente italiano, pero de estilo mallorquín. 1489

 

El estilo mallorquín hereda significativas convenciones de los antiguos mapas romanos: usa el azul y verde para colorear los mares y ríos con líneas onduladas; el Mar Rojo es invariablemente rojo; las ciudades se representan con grupos de edificios; las montañas están dibujadas como cadenas de curvas y también los bosques, pero éstos en color verde.

 

El valor geográfico o científico de estos mapas es menor, sin duda su mayor interés es artístico. Esto se pone de manifiesto en el hecho de presentar una serie de invariables estilísticos que permiten etiquetarlos sin asomo de dudas en la escuela mallorquina de mapas portulanos.

 

En todos ellos aparecen las siguientes características:

 

Portulano de Pere Rosell, escuela mallorquina, 1466

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El más conocido y renombrado de los mapas portulanos es el Atlas Catalán de los Cresques, en el que todo lo dicho se compendia. Con él se consolida un estilo de hacer mapas que prevalecerá en los siglos XIV y XV y se prolongará hasta bien entrado el siglo XVIII, produciéndose al mismo tiempo que, ya en el Renacimiento, una cartografía más matemática y científica encuentre nuevas maneras de hacer proyecciones para representar la tierra.

 

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Mapamundi de los Cresques o "Atlas Catalán". 1375

HISTORIA del mapamundi de los Cresques, o “Atlas catalán”, terminado el año 1375

 

En el pergamino 2, la Rosa de los vientos.

Desde principios del siglo XIV, en la escuela mallorquina de cartógrafos, la más importante del mundo medieval, se dibujaban precisas cartas náuticas o portularios que reflejaban concienzudamente los detalles de las costas, los puertos y las rutas de navegación. Alentado por la calidad de estos mapas náuticos, concibió el rey de Aragón y Cataluña Don Pedro IV un proyecto espectacular cuya realización encargó al maestro cartógrafo mallorquín Abraham Cresques, en cuya realización le ayudó su hijo Jafudá.

Se trataba de elaborar un mapa tal que no solo reflejara las costas y puertos sino que debía ser “imagen de todo el mundo y de todas las regiones que hay en la tierra y los diferentes pueblos que la habitan”. El trabajo, conocido domo “Atlas catalán”, quedó terminado en 1375, combina cosmografía, astrología, geografía y toda la fantasía del imaginario viajero de la época. En este atlas, la cartografía convive armónicamente con lo maravilloso. Se conserva hoy en la Biblioteca Nacional Francesa.

  

Primer atlas catalán, de Abraham Cresques, 1375

Unos años más tarde, el rey Juan I de Aragón, que había regalado el atlas a su primo, el rey Carlos VI de Francia, encargó a Jafudá Cresques la elaboración de otro mapamundi de las mismas características que en anterior. En la elaboración de este segundo Atlas, que quedó terminado en 1389, ya no intervino Abraham Cresques, que había muerto dos años antes. Desgraciadamente el Atlas de 1389, que difería muy poco del de 1375, se perdió, pero existen dos copias facsímiles, una de ellas en la Biblioteca Nacional de Madrid y la otra en el Museo marítimo de las Reales Atarazanas de Barcelona.

  

 

Facsímil de segundo atlas catalán, de Jafudá Cresques, 1389

Ambos trabajos, el de Abraham y el de Jafuda, constan de seis pergaminos manuscritos pegados sobre madera, que se unen entre sí a modo de biombo. Cada pergamino ocupa dos tablas que juntas miden 50 cm de ancho y 64 cm de alto. La medida total del atlas desplegado es de tres metros.

Cuatro de estos pergaminos, o sea, ocho tablas, están ocupadas por el mapa propiamente dicho. En él se dibuja todo el mundo conocido. Abarca desde el meridiano de Canarias hasta el mar de la China y desde el Trópico de Cáncer, aproximadamente, hasta el paralelo 60 N.

Los dos pergaminos restantes se disponen como tapas y contienen textos explicativos en catalán, datos cosmográficos de carácter general, notas astronómicas, un calendario perpetuo, la primera rosa de los vientos dibujada en una carta náutica y muchas anotaciones sobre el Atlas y su contenido.

Solamente el primer pergamino se lee en la dirección normal de lectura. En los otros, tanto los textos como las ilustraciones se disponen en distintas direcciones siguiendo un criterio circular, de manera que lo que se dibuja al sur se mira normalmente, pero hay girar el mapa –o ponerse al otro lado de la mesa- para ver correctamente el norte.

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LA GEOGRAFÍA.

Pergaminos 2 y 3; Finisterre, Europa y África

Estos dos pergaminos están trabajados con el rigor de las cartas náuticas. La profusión de datos toponímicos de los mares Mediterráneo y Negro, permiten considerarlo como la ampliación de un portulano clásico que se extendiese por el atlántico norte hasta Islandia; por el este hasta el mar rojo; por el oeste hasta más allá del meridiano de las Canarias, en el Finisterre; y por el sur más allá del desierto hasta el imperio del Mali -cuyo emperador, el Mansa Moussa, repartió tanto oro en su peregrinaje a la Meca, que hundió el precio del oro en todo oriente-.

 

 Imperio del Mali, África. Nómadas del desierto, Tombuctú y el emperador Mansa Moussa

En esta parte del mapa se encuentra la primera representación cartográfica conocida de una Rosa de los Vientos de 32 rumbos cuya imagen encabeza este artículo. Cresques era, además de cartógrafo, fabricante de instrumentos náuticos y el modelo de 32 rumbos era ya habitual en las brújulas; después del atlas catalán quedaría como rpototipo hasta nuestros días. Lleva también rotulados los nombres de los ocho vientos principales: Tramontana, Grego, Levante, Laxaloch, Metzodi, Labetso, Poniente y Magistro.

 Los pergaminos 4 y 5, En los que se describen la parte oriental del mundo. En Asia, el reino de Delli (la India) y el imperio de Catay (la China); en el mar, la Insulindia con sus muchas islas prodigiosas, reales o imaginarias.

 
 Pergaminos 4 y 5. Reinos de Delli y Catay

En estos dos pergaminos asiáticos el interés se centra en los aspectos relacionados con la geografía humana, las formas de vida y costumbres, y en las rutas del comercio continental. El simbolismo de su lenguaje gráfico es riquísimo, contiene toda la información conocida sobre las rutas continentales de la India y de Catay. Algunos detalles aluden a pasajes de la historia sagrada, pero en general se documenta en relatos de viajeros y navegantes, muy especialmente en los “Libros de las maravillas” de Marco Polo y de Jean de Mandeville, muy conocidos y apreciados en la época.

Norte de Asia: incineración de los muertos. Caravanas comerciales

El atlas termina en el extremo de Asia dibujando al noreste el reino de Gog y Magog; más al sur, Catayo, y la magnífica capital del gran Kkan surcada por ríos. En el océano los archipiélagos de la Insulindia, formada por gran cantidad de islas multicolores –más de 5.000- prolijamente descritas en el ‘Libro de las Maravillas’ de Jean de Mandeville. Y finalmente la última y más grande y magnífica de ellas, la Isla Taprobana (Ceilán), espléndida y rebosante de fertilidad en la que cada año tiene dos veranos y dos inviernos, por lo que dos veces se recoge la mies, y los prados y jardines permanecen siempre floridos. Hay además en esta isla enormes montañas de oro guardadas por hormigas gigantes… (Descripción del “libro de las maravillas” de Jean de Mandeville).

la Isla Taprobana

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EL IMAGINARIO VIAJERO

Las ilustraciones, riquísimas y muy ingeniosas, están llenas de detalles exquisitos.

 

 

Orografía


 

Arquitectura y ciudades

Los viajeros y sus animales

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LA COSMOGRAFÍA

El primero y el sexto de los pergaminos, no contienen mapas sino información de carácter cosmográfico.

El pergamino de la tapa anterior –el primero- contiene:

Pergamino 1.- Diagramas cosmográficos


El pergamino de la tapa posterior –el sexto- es un gran calendario luni-solar enmarcado por las cuatro estaciones del año y en los márgenes superior e inferior continúan los escritos sobre cosmografía del pergamino anterior. Contiene también datos astronómicos basados en las teorías geocéntricas imperantes en la época.

Pergamino 6.- Calendario perpetuo

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Y aunque hay mucho más, hasta aquí hemos llegado.

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Cartografía del Renacimiento. Antecedentes

Los mapas del siglo XV

 

1.- Portulano de Petrus Roselli (1447-65), escuela mallorquina. El siglo XV fue un siglo de cartografía  rica y abundante que surgió de la mano de una generación de cartógrafos preciosistas, trazadores de portulanos. Ya se trató este tema en un capítulo anterior, pero es interesante resaltar que la tradición portulana trasciende la Edad Media y el ámbito mediterráneo. Encontraremos mapas de este estilo y de bellísima factura trazados incluso en el siglo XVII.

El siglo XV fue muy fructífero en producción de mapamundis. Más de trescientos han llegado hasta nuestros días realizados entre 1400 y 1492, pero la mayoría de ellos se enmarcan en el estilo macrobiano o en el isidoriano. Sólo han sobrevivido poco más de una docena de mapamundis y un globo terráqueo con verdadera intención cartográfica e interés por la geografía.

2.-Mapamundi de Andrea Bianco, 1432; y de Giovanni Leardo. 1442

3.- Mapamundi de Andreas Walsperger, 1445; y de Fra Mauro, 1459

Se trabajaron también Mapamundis circulares en clara referencia a la esfericidad de la tierra aunque su definición no era mejor a la de los anteriores mapas medievales. También se desarrollaron  atlas generales  y cartas náuticas enfocadas a la navegación, que ponían el acento en  el Atlántico y detallaban con precisión  las nuevas rutas marítimas que recorrían las costas occidentales de Europa y África.

La inquietud geográfica a lo largo del siglo XV estaba estrechamente relacionada con el interés económico y comercial y se centraba en las rutas de comunicación entre Oriente y Occidente. El comercio mediterráneo sufrió una continua recesión en la segunda mitad del siglo XV. Las rutas que comunicaban el interior de África con los puertos norteafricanos estaban controladas por el Islam y cuando, además, el Imperio Otomano tomó el control de las rutas terrestres entre Europa y Asia, el comercio terrestre se vio seriamente comprometido para los reinos cristianos, que optaron por buscar nuevas expectativas en  el desconocido y tenebroso Atlántico.

4.- Mapamundi incluido en un atlas anónimo dibujado de Florencia en torno a 1450. A pesar de su pretensión de ser un mapamundi, lo cierto es que solamente el área mediterránea mantiene alguna verosimilitud. El norte de Europa está tan desdibujado como lo estaba en los más antiguos portulanos, y tanto África por debajo de la cordillera del Atlas, como Asia, son pura fantasía.

5.- Mapamundi de Génova, realizado alrededor de 1470, de autor desconocido. Ha sido también atribuido a Paolo Toscanelli, aunque su autoría está poco fundamentada y es muy dudosa.

6.- Esquema del océano Atlántico que Paolo Toscanelli envió al rey de Portugal. Toscanelli fue un matemático, astrónomo y cosmógrafo italiano de reconocido prestigio y convencido de que el camino más corto entre Lisboa y las Indias se abría hacia el oeste. Dibujó un esquema del océano Atlántico que envió al rey de Portugal explicándole que desde Lisboa hasta Quinsai, capital de China meridional, había veintiséis espacios de 250 millas cada uno (6.500 millas). Por el camino se encontraban dos grandes islas, la primera, Antilia, distaba 10 espacios desde Lisboa y otros diez discurrían entre Antilia y Cipango para finalmente llegar a las Indias orientales. Se sabe que Colón mantuvo contacto e intercambió información con Toscanelli. Aunque las mediciones de éste resultaron erróneas, fueron aceptadas por el descubridor, que realizó su primera travesía atlántica llevando consigo una copia de la carta náutica de Toscanelli. Las primeras islas descubiertas en el Caribe reciben su nombre de la mítica isla Antilia.

7.- Globo terráqueo de Martin Behaim. Geógrafo alemán nacido en Nuremberg en 1459-1507. Llegó a Lisboa en 1484 y allí se introdujo en los círculos cortesanos donde adquirió un gran renombre como cosmógrafo. En 1492, antes del descubrimiento de América, diseñó un globo terráqueo que según algunos autores pretende ser una proyección esférica del mapa de Toscanelli. Otros autores opinan que son mapas independientes pero estrechamente relacionados pues ambos reflejan las ideas cosmográficas de finales del siglo XV. Seguramente también Colón y Behaim tuvieron que conocerse, pues ambos estuvieron en Portugal compartiendo los mismos ambientes e intereses en los mismos años.

8.- Portulano atribuido a Cristóbal Colón. Es poco conocida la circunstancia de que  los hermanos Colón, tanto Cristóbal como Bartolomé, tenían amplios conocimientos de cartografía. Este mapa se atribuye al primero. Es un portulano típico en el que se muestran con detalle los puertos mediterráneos y atlánticos de Europa y África. Llama la atención el gran espacio vacío de detalles que se concede al Atlántico. Probablemente ese espacio desocupado en el mapa pretendía dejar abierta un camino a la imaginación y a la aventura de navegarlo. El mapa debió ser trazado en 1492 después de la conquista de Granada, pues sobre la ciudad ondea la bandera española, y antes, obviamente, de emprender el viaje que conduciría al descubrimiento de América.

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Veremos cómo a partir del siglo XVI, también la cartografía, como todos los ámbitos de la ciencia  y del arte,  experimentó el impulso renacentista y lo hizo con un estallido tan espectacular como la misma expansión de la tierra conocida, que en menos de un siglo duplicó su extensión.

9.- Detalle del planisferio de Cantino, 1502. En él aparece, claramente dibujado por primera vez, el meridiano que deslindaba las zonas de influencia de España y Portugal en el nuevo mundo. El convenio, conocido como tratado de Tordesillas, fue suscrito en junio de 1494 entre Isabel y Fernando, reyes de Castilla y Aragón, y Juan II rey de Portugal.

10.- Elementos decorativos en los mapas. Los cartógrafos se esmeraron en reflejar fielmente la realidad geográfica en sus trabajos, para ello recogían cuantas informaciones  pudieran proveer y las trasladaban a los mapas con precisión y metodología casi científica. Sin embargo ese empeño por la exactitud no les llevó a renunciar a los elementos fantásticos que habían pertenecido tradicionalmente al ámbito de la "terra incognita" o a los confines del "mar tenebroso". La cartografía renacentista es asombrosamente pródiga en representaciones de criaturas portentosas  y extraordinarias.

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Tres hechos principales promovieron definitivamente la eclosión de la cartografía moderna:

A) La revolución comercial y la evolución de las artes náuticas a lo largo del siglo XV, que permitió arriesgarse a salir a alta mar y navegar en altura sin demasiado riesgo de perderse en el océano y no poder regresar al puerto de origen.

11.- Diversos tipos de embarcaciones dibujadas en los mapas portulanos de los siglos  XIV y XV. Algunos  presentan los rasgos típicos de los navíos que surcaban el mediterráneo: naves pequeñas de casco estrecho y ligero con arboladura simple y vela latina; otros son más semejantes a la galera atlántica: de casco redondo y vela cuadrada, recios y mejor adaptados a la navegación de altura..  

B) La invención de la imprenta y la divulgación de la de la obra de Ptolomeo, que abrió el camino de la geografía científica y permitió, gracias a las técnicas de reimpresión, reproducir y actualizar los mapas a un coste muy asequible, incorporando de inmediato los más recientes descubrimientos.

12.- Primera edición de imprentan del mapamundi de Ptolomeo en 1470.

C) Los viajes de exploración y los descubrimientos de los portugueses en la ruta del Este, bordeando África y el sur de Asia, y de los españoles por el Oeste, descubriendo América y el Pacífico.

 

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Cartografía del Renacimiento en Europa. Ptolomeo

De Ptolomeo a Ptolomeo (Alejandría, siglo II - Europa, siglo XV)

1.-Mapamundi de Ptolomeo en el Liber Chronicarum, 1493

Claudio Ptolomeo, matemático, astrónomo y geógrafo, nació en Egipto (90-168 d. C.). Vivió en Alejandría, ya bajo dominio romano, y trabajó en su biblioteca, desarrollando una vasta obra en la que reunió y compendió todos los saberes científicos del mundo clásico aplicados a la astronomía y a la geografía. Compuso dos obras fundamentales. La  Composición Matemática, que es un tratado astronómico en trece volúmenes muy apreciado y difundido entre los árabes, que lo conocían como Almagesto, y la Guía Geográfica, que fue considerada la obra más importante de la antigüedad en su materia.

 

El Almagesto es su obra más conocida y la que más influenció la concepción del cosmos en el occidente europeo durante toda la Edad Media. Es una colección de tratados astronómicos cuya hipótesis principal situaba a la tierra en el centro del universo. Desarrolló una compleja trigonometría para explicar y demostrar el movimiento orbital de los planetas y su trabajo dio nombre a la teoría geocéntrica conocida como sistema ptolemaico, que permaneció vigente hasta que ya en el siglo XV la rebatieran Nicolás Copérnico y sus seguidores, especialmente Galileo Galilei en el siglo XVI.

2.-Mapamundi de Ptolomeo incluido en la edición de Roma de 1478

La Geografía de Ptolomeo fue la primera obra de su estilo en la que se elaboró una descripción de toda la ecumene con métodos científicos y un alto grado de rigor. En ella, el sabio alejandrino desarrollaba un sistema para trazar mapas y construir globos terráqueos inspirándose en la obra de Eratóstenes, de Hiparco de Nicea y también en la de Marino de Tiro, el otro gran impulsor de la ciencia geográfica en el siglo II d.C.

Ptolomeo fue el primero en utilizar los términos de latitud y longitud para ubicar los sitios en el mapa. Para ello estableció un sistema reticular de paralelos y meridianos distribuidos a intervalos regulares y calibrados en grados, divididos estos a su vez en minutos. Las líneas de longitud las definió partiendo de un meridiano principal de valor 0º que situó en el límite occidental de las Islas Canarias. En cuanto a los paralelos, estableció el 0º en la línea del Ecuador y el 90º en el Polo Norte; situó el extremo norte de la tierra habitable en el paralelo 63º y ubicó en aquella zona las islas de Scandia, Albión, Hibernia y Thule.

Su trabajo recopilando datos fue impresionante. Reseñó hasta 8.000 lugares según su latitud y longitud apuntando las coordenadas para su localización y ubicación en los mapas. Sabemos que la obra original contenía, además de un mapamundi,  veintiséis mapas regionales, diez de ellos de Europa, doce de Asia y cuatro de África. Ninguno de los originales ha sobrevivido y los más antiguos que han llegado hasta hoy datan de los siglos XII y XIII, quizás dibujados por un tal Agathodemon, cuyo nombre aparece en un documento bizantino que lo cita como el dibujante material de los mapas que Ptolomeo describía.

3.-El mundo de Ptolomeo según Agathodemon. Probable copia del siglo XIII

Si bien es cierto que Ptolomeo equivocó las mediciones de la tierra, pues supuso que a cada grado correspondía en la línea del ecuador un arco de unos 80 kilómetros, reduciendo así la longitud del círculo máximo a poco menos de 30.000 Km., su propuesta fue tan seria y respetable que con ella en la mente, los grandes navegantes del renacimiento se atreverían a adentrarse en los océanos con la intención de llegar al otro extremo del globo.

Otra gran aportación de Ptolomeo a la cartografía, fue su propuesta para proyectar la esfera terrestre sobre la superficie plana de de los mapas, consiguiendo así cambiar la escala dentro de un mismo plano. Para representar la superficie curva de la tierra, Ptolomeo diseñó una proyección cartográfica cónica y otra seudo cónica.

4.-Proyección cónica de Ptolomeo usada en el mapamundi de Bolonia de 1477

En la primera, los paralelos están representados como arcos concéntricos mientras que los meridianos son líneas rectas y se abren como un abanico con el foco en el polo norte. Fue muy utilizada para representar el mapa del mundo hasta que los descubrimientos ampliaron considerablemente la tierra conocida y esta proyección dejó de ser suficiente para contener toda la Ecumene. Después del descubrimiento de América se utilizó con más frecuencia en la elaboración de mapas regionales en los que la superficie cartografiada no reclamara tanto espacio.

5.-Mapamundi de Ptolomeo  dibujado por Scotus. Incluido en la edición de Estrasburgo de 1520

La segunda proyección permitía una representación del mundo más amplia y de proporciones mejor definidas. En ella, no solo los paralelos, sino también los meridianos, se representaban con líneas curvas que convergían en el polo. La versión más popular, realizada siguiendo este esquema, fue la que dibujara Nicolaus Germanus en 1482 para la edición de Ulm. Al mapamundi de esta edición se añadieron las tierras de Islandia y Noruega y la costa sur de Groenlandia. Para conseguir encajarlas en el espacio disponible tuvieron que sacarlas del mapa, causando un efecto muy curioso.

6.-Mapamundi Ptolemaico dibujado en 1482 por Nicolaus Germanus para la edición de Ulm

La tradición ptolemaica se perdió en Europa durante la Edad Media, en que la investigación geográfica experimentó una fuerte recesión. Su obra y sus conocimientos, sin embargo, se perpetuaron en la cartografía islámica, que profundizó en el sistema del sabio alejandrino y amplió los conocimientos y datos que él aportara. Se conservaron también sus conocimientos en Bizancio, donde conoció varias ediciones en lengua griega de las que solo han llegado algunos fragmentos hasta nuestros días.

A principios del siglo XV Jacobus Angelus terminó su traducción al latín de la Geografía de Ptolomeo, que se había mantenido vigente entre los árabes y en Constantinopla, donde había conocido sucesivas ediciones en lengua griega. A partir de esta traducción la ciencia renacentista redescubre la obra de Ptolomeo y experimenta un gran impulso gracias a invención de la imprenta. En las primeras ediciones se elaboraron los mapas siguiendo fielmente la descripción original pero inmediatamente empezaron a modificarse y a añadirse otros que incorporaban los nuevos conocimientos geográficos, uniendo a la precisión empírica de los portulanos el rigor del método científico aportado por la Geografía ptolemaica.

7.-Edición de Germanus en 1470

A los nuevos mapas que resultan de esta síntesis de les conoce como "Tabulae Novae". El invento de la imprenta lanzó definitivamente la obra de Ptolomeo y con ella Europa conoció un auténtico boom cartográfico.  No es exagerado decir que la Geografía ptolemaica se convirtió en un clamoroso éxito editorial que se prolongaría, manteniéndose entre las obras científicas más reeditadas, al menos hasta final del siglo XVII. Buena parte de este éxito se debe a que fue una obra muy dinámica, continuamente enriquecida por las aportaciones de los grandes geógrafos y cartógrafos, incluso por los que desarrollaron sus propios sistemas. Hay que añadir a este dinamismo el hecho de que eran mapas de gran belleza y colorido. Generalmente eran coloreados a mano, por lo que entre ejemplares de una misma edición se daban acabados desiguales y a veces muy valiosos.

8.-Ampliación del mapamundi ptolemaico realizada por Waldseemuller en 1507 incorporando los nuevos decubrimientos.

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Cartografía del Renacimiento: Los caminos de un mundo nuevo

LOS CAMINOS DE UN MUNDO NUEVO

El siglo XV fue testigo de una constante expansión de la tierra conocida y, a su vez, de un desarrollo intelectual en el campo de la geografía que excedió la mera descripción física de los espacios para abundar también en los aspectos corográficos.

AmbienteLos viajes de exploración despertaron de su letargo de siglos el interés por la geografía; la cartografía, de la mano del conocimiento empírico, experimentó un impulso y un desarrollo formidable. Los mapas del siguiente período, ya en el siglo XVI, se convertirían en representaciones detalladas del medio en el que se desarrollaba la actividad humana. Además de señalar los accidentes geográficos, ilustraron los ambientes, el contenido de los espacios, las formas de vida animales y vegetales y los aspectos diferenciales de los grupos humanos que habitaban los territorios; realizando, en definitiva, un retrato integral del hábitat de las zonas descritas.

Esta cartografía pormenorizada que se pondría de manifiesto muy especialmente en los Atlas renacentistas, vino precedida por los viajes de exploración y descubrimiento que llevaron el confín del mundo mucho más lejos de lo que jamás había sido imaginado. Y en el principio de toda esta efervescencia viajera, geográfica y cartográfica estuvieron el interés comercial y los progresos técnicos aplicados a la navegación, especialmente el comercio de oro, gran acicate de los aventureros atlánticos, y la carabela, exponente máximo de la revolución náutica.

A ellos, por ser el impulso y la llave que abrieron el nuevo mundo, vamos a dedicar este capítulo.

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La revolución náutica y comercio marítimo. Siglo XV

La necesidad de encontrar rutas comerciales y explorar nuevas tierras, ha sido desde siempre el verdadero motor de todos los viajes de exploración y descubrimiento de la historia.

A final de la Edad Media, Oriente seguía siendo el gran proveedor de las mercaderías que la sociedad europea demandaba. Las rutas comerciales marítimas que unían Europa con las Indias se habían desarrollado en el Mediterráneo -controladas por venecianos, genoveses y aragoneses-, y en el Índico, controladas por los árabes.

 Puerto de Nápoles en el siglo XV

A lo largo del siglo XV, potencias emergentes como Portugal y más adelante Castilla, tenían poca opción de desarrollarse en las rutas acostumbradas, por ello fueron los primeros en volver la mirada a la ruta africana y al Atlántico sur. Y no fue mala elección, porque cuando la amenaza otomana fue estrangulando el comercio mediterráneo, la ruta atlántica estuvo preparada para tomar provechosamente el relevo y ambas naciones para convertirse en las potencias más ricas y poderosas del momento.

Puertos de Lisboa (arriba) y de Sevilla en el Guadalquivir, en el siglo XVI

El crecimiento de las ciudades y el mismo dinamismo económico de la población urbana condujo a incorporar al circuito comercial una importante variedad de mercaderías ‘modestas' - tejidos corrientes, colorantes textiles, cuero, madera, cestería, herramientas, objetos cerámicos, minerales diversos, ganado etc.- cuyo precio estaba al alcance de los habitantes de las ciudades, por lo que suscitaba una gran demanda. La combinación de lujo y necesidad resultaba muy rentable, cada barco que llegaba a puerto cargado de mercancías suponía un gran beneficio para quienes lo habían fletado.

En una época en la que el comercio marítimo era la principal fuente de acceso al lujo y a la riqueza, la rentabilidad de los negocios exigía que el transporte por mar se hiciera en cargamentos grandes, capaces de absorber el coste de los fletes y también de neutralizar las frecuentes pérdidas que se producían en las travesías a causa de los naufragios, los conflictos bélicos, la piratería o las actividades corsarias. A principio de la Edad Moderna era tal la demanda de mercaderías que los mismos comerciantes, a fin de dinamizar y proteger su negocio, optaron por hacerse armadores e invertir parte de sus beneficios en construir barcos cada vez más grandes, rápidos y seguros.

Capacidad, seguridad y velocidad eran las cualidades exigidas a las embarcaciones destinadas al transporte de mercancías. Estas cualidades no se daban fácilmente en un mismo tipo de navío; cada momento y cada proyecto requería un esfuerzo de conciliación entre la tecnología y la experiencia náutica a fin de conseguir la embarcación capaz de alcanzar con éxito el objetivo. En el siglo XV, aventurarse a navegar por el océano abierto, era todo menos seguro y para conseguirlo fue imprescindible dar un vuelco a los sistemas tradicionales de navegación.

Veleros Piri reis delta NiloEn el umbral del siglo XV, las naves que surcaban el Mediterráneo cubrían trayectos cortos en un mar relativamente tranquilo, siguiendo derroteros cercanos a la costa. Eran ligeras y muy maniobrables. Tenían quilla y timón central, enarbolaban uno o dos palos y portaban brújula para orientarse y cartas náuticas para trazar los rumbos. La vela latina que aparejaban permitía navegar en ángulos de hasta 45º contra el viento, pudiendo navegar en casi cualquier circunstancia meteorológica; pero eran embarcaciones diseñadas para trayectos cortos en los que se llegaba a puerto casi cada día y no estaban preparadas para los largos recorridos que requería la navegación de altura.

Los barcos que en las mismas fechas recorrían la costa atlántica entre África y los puertos del norte de Europa, eran robustos y enarbolaban grandes velas cuadradas. Eran veleros muy resistentes, adecuados para viajes largos y navegación de altura. Pero el tipo de aparejo que utilizaban no servía para navegar contra el viento en ángulos inferiores a los 90º, razón por la que era demasiado aventurado viajar más al sur de las Canarias y sobrepasar el trópico arriesgándose a perder los vientos del Suroeste, sin cuyo impulso regresar a casa era sólo cuestión de suerte.

Coca

La gran revolución náutica nació de la síntesis de estos dos tipos de embarcación y recibió el nombre de Carabela. Fue un invento genuinamente portugués y su uso se generalizó a lo largo del siglo XV siendo ésta la nave que protagonizó los viajes de exploración y descubrimiento. Se construyeron de dos tipos. La carabela latina era de casco estrecho y poco tonelaje, ligera y muy manejable. Generalmente enarbolaba dos mástiles, a veces tres, y usaba vela latina. La carabela redonda era más grande y robusta, llevaba dos, tres y hasta cuatro mástiles y combinaba la vela cuadrada en proa con la triangular en el resto del aparejo.

 

Ambos modelos incorporaban ya el moderno timón de codaste, la brújula magnética, el astrolabio, el cuadrante, la ballestina y otros instrumentos nuevos que facilitaban la navegación, además de las más precisas cartas marinas. Todo aquello permitía controlar las rutas facilitando que naves de gran tonelaje alcanzaran velocidades apreciables y pudieran virar ágilmente contra el viento. Y, sobre todo, garantizando las opciones de regreso.

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Expediciones portuguesas en África. El comercio del oro

Portugal fue el primer país europeo que se lanzó a la exploración atlántica. A principio del siglo XV la independencia de Portugal respecto a Castilla estaba ya consolidada y la monarquía lusitana empezó a pensar en la expansión ultramarina. En 1415 conquistaron Ceuta siendo este hecho el punto de partida de la aventura descubridora portuguesa, que se centró en la costa occidental africana.

Cierto mito nunca bien documentado, atribuye el origen de la aventura atlántica a una supuesta escuela náutica fundada en Sagres por el infante Don Enrique de Avis y Lancaster (1394-1460), conocido por la historia como Enrique el Navegante. Se decía que en ella reunió el infante a los más reputados maestros en las artes y ciencias ligadas a la navegación. Parece claro que Sagres no era una ‘escuela' en el sentido moderno de la palabra. Probablemente se trataba más bien de un centro de reunión en el que armadores, navegantes y hombres de ciencia intercambiaban experiencias y conocimientos a fin de mejorar los instrumentos, intercambiar información que pudiera ser incorporada a las cartas náuticas y diseñar navíos capaces de enfrentar la aventura de la navegación atlántica.

 

Lámina incluida en el Atlas Miller en la que se representa el mar de China. Obra realizada en 1519.- Este atlas está compuesto por ocho mapas y es obra de tres cartógrafos, Pedro y Jorge Reinel y Lopo Homem, y de un miniaturista conocido como Antonio de Holanda. Es un atlas preciosista con una gran riqueza decorativa que refleja paso a paso las conquistas de portuguesas a lo largo y ancho del mundo.

Para los príncipes, comerciantes y navegantes portugueses, el gran acicate comercial en los inicios de la Edad Moderna fue el oro. Nunca antes este metal había sido tan vital para la forma de vida de los estados europeos pues era el único bien cuyo valor era equiparable en occidente y en los reinos del lejano oriente, por lo que la mayoría de los negocios comerciales se transaban en oro. Más que lujo era necesidad. De su abundancia en el interior profundo de África había quedado ya constancia en mapas del siglo anterior y no dejaban de llegar noticias a las cortes europeas. En la primera mitad del siglo XV, los viajes de exploración portugueses en África se centraron en éste objetivo primordial de conseguir oro sin renunciar a traficar con otras mercaderías, pero supeditándolas siempre a su intención principal.

 

Detalle del "Atlas Catalán" de Abraham y Jafuda Cresques (1375) en el que se lee: "Aquest Senyor negre es appellat Mussa Melly, senyor dels negres de Guineua, aquest rey es lo pus rich et pus noble Senyor de tota esta partida per l'abondancia de l'or lo qual se recull en suua terra." (A este señor negro llaman Mussa Melly, señor de los negros de guinea. Este rey es el más rico y noble señor de toda esta partida (territorio), por la abundancia del oro que se recoge en sus tierras.)

En 1415 los portugueses ya tenían asentamientos estables en las Azores y en Madeira. En 1434 se animaron a doblar el Cabo Bojador y en 1444 alcanzaron las bocas del Senegal, descubrieron las islas de Cabo Verde y llegaron hasta el Golfo de Guinea, adentrándose en el Imperio del Malí, el más rico y poderoso que jamás haya existido en el África negra. El negocio cubrió todas las expectativas. El Malí controlaba el monopolio del oro sudanés proporcionando la mitad de todo el oro que circulaba en el viejo mundo, por esta razón recibió de los portugueses el nombre de "La Mina de Oro". En la costa establecieron el enclave fortificado de Sao Jorge da Mina, o Castello da Mina, desde donde se canalizó el tráfico de productos africanos hacia Lisboa.

Aún hubo algunos altercados menores con Castilla por el dominio en el Atlántico que se resolvieron cuando tras la guerra de sucesión castellana de 1474 entre los partidarios de la infanta Isabel de castilla y los de Juana la Beltraneja ,entre los que se encontraba el rey de Portugal, se firmó el tratado de Alcaçovas, en el que se confirmaba a Isabel como reina de Castilla pero ratificando para Portugal el derecho al monopolio comercial al sur del cabo Bojador, con lo cual se cerraba el paso a cualquier intento de expansión africana de Castilla más allá de las Islas Canarias.

Castilla terminó la unificación territorial de España y se lanzó luego a la aventura transoceánica. Como sabemos, la expedición castellana comandada por Don Cristóbal Colón, partió hacia Occidente con la intención de llegar a Oriente y por el camino tropezó con América. A partir de ahí la expansión territorial de ambos reinos se realizó en buena avenencia y en 1494 se firmó el tratado de Tordesillas para delimitar, a 360 leguas al O de Cabo Verde, las esferas de acción castellana y lusa.

Portulano del atlas de Joao Freire, 1546, lámina del golfo de Guinea. "Esta mina de oro gran riqueza y honra ha producido a los reyes de Portugal, y de allí cada día procede mucho provecho a todo el reino. Estas riquezas no se deben a que ellos sean señores de la producción del oro, ni señores de la tierra donde se coge; sino que lo obtienen por comercio, en una fortaleza que allá en la costa tienen, (...), y adonde los negros de todas aquellas comarcas, (...), se lo traen a vender y a cambiar por las cosas que de aquí les llevan de cobre, latón, peltre, ropas y otras muchas cosas, bisutería que no son de mucho provecho o valor, y conchas de Canaria que los negros tienen en gran estima y precio".

Portugal siguió avanzando hacia el Sur. Junto a ingentes cantidades de oro, trajeron los portugueses de aquellas tierras otras mercancías que causaron furor en Europa: pimienta africana, azúcar, algodón, marfil, pescado y, sobre todo, gran número de esclavos.

En 1480 llegaban a Angola y en 1488 Bartolomé Dias alcanzó y dobló el Cabo de Buena Esperanza. Siguieron estableciendo factorías a lo largo de la costa africana del océano Índico y al fin, el 20 de mayo de 1498, llegaron a Calicut, abriendo la ruta de las Indias para la corona portuguesa.

 

El portulano atlántico de Bastian Lopes realizado en 1558, representando la línea costera de Europa, África y América. Este mapa es un destacado exponente del estilo cartográfico portugués y una de las más interesantes joyas de la cartografía mundial.

 

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El mapa de América. Descubrimiento y exploración

DIBUJANDO EL MAPA DE AMÉRICA 1ª PARTE. DESCUBRIMIENTO Y EXPLORACIÓN

 

 (NOTA: Este artículo está siendo actualizado y ampliado.

Última actualización: 10 de Octubre de 2009)

El racionalismo renacentista preconizaba la representación unitaria y coherente del espacio y de las proporciones, de tal manera que lo representado fuera abarcable en toda su complejidad como un único motivo bien trabado e inteligible. La cartografía no podía ser ajena a esta pretensión de concordancia lógica entre las partes y el todo. En adelante serán la ciencia, el cálculo y la composición matemática las que marcará el ritmo de las nuevas producciones cartográficas.

Colón, convencido como estaba de que la circunferencia de la tierra medía aproximadamente los 30.000 km que Ptolomeo preconizaba, y no los 40.000 que medía en realidad, consiguió, no sin dificultad, convencer a los Reyes Católicos de acometer la empresa de llegar hasta las Indias navegando hacia occidente. Sus intentos por lograr la financiación necesaria para esta empresa habían sido infructíferos en otras cortes, sin embargo, como los navegantes españoles, en virtud del tratado de Alcaçovas, no podían navegar por debajo de las Islas Canarias, la única posibilidad para la monarquía hispánica de comerciar con Oriente era la que el Almirante proponía. Isabel de Castilla, que poco tenía que perder y mucho que ganar, tomó personalmente la decisión de patrocinar parte de la expedición. Comerciantes privados financiaron el resto. Se habilitaron tres pequeños navíos y con este bagaje y una tripulación experta de unos noventa hombres, la expedición se hizo a la mar.

En aquel momento, estaban sucediendo en todos los ámbitos de la vida y del conocimiento cambios vertiginosos que afectarían radicalente a las ciencias, a la tecnología, al conocimiento de la tierra y, lógicamente, a la cartografía.

Durante la primera mitad del siglo XVI, la tierra dobló literalmente de tamaño. El descubrimiento de América, la circunvalación de la tierra, las largas expediciones de los navegantes portugueses, la necesidad de representar las nuevas rutas y dar a conocer las peculiaridades de las tierras descubiertas, la generalización del uso de la imprenta y las nuevas técnicas de grabación de imágenes -que permitiría reimprimir los mapas incorporando continuamente las últimas modificaciones-, condujeron a un auténtico estallido cartográfico.

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Podemos deducir de lo que ya sabemos, que el primer paso para la gran revolución geográfica y cartográfica, fue la conquista de los mares. El éxito de las empresas castellanas y portuguesas en la era de la navegación y los descubrimientos se debió en parte a la favorable disposición de los Vientos Alisios, que soplan siempre en la misma dirección, desde los trópicos hacia el ecuador siguiendo un patrón regular. Esta regularidad favoreció la navegación atlántica en latitudes tropicales, desde el extremo noroeste de África hasta el Caribe para regresar de allí con la ayuda de los Vientos del Oeste, que soplan en esta dirección entre la latitud 20º y 40 º en el hemisferio Norte. El mismo patrón se reproduce en el hemisferio sur, donde los Vientos Alisios soplan por debajo del golfo de Guinea, desde África hasta Brasil.La expansión geográfica y cartográfica del descubrimiento del continente americano, se desarrolló en dos fases claras. En la primera de ellas predominó la navegación litoral y el descubrimiento de las costas; en la otra se desarrolló una rapidísima expansión y conquista del interior.

 

Mapa de la ‘Terra Nova’ dibujado por Waldseemüller en 1513. Muestra la continuidad del litoral entre el norte y el sur de América más las islas del Caribe.

Las exploraciones de la última década del siglo XV y las dos primeras del XVI, se caracterizaron por la navegación costera, sin que apenas se intentara profundizar en el continente o colonizarlo, pues se priorizaba la empresa de encontrar un paso que condujera sin más dilación a las riquezas de las indias orientales, que se suponían muy cercanas.

En los primeros años después del descubrimiento, se exploraron las Antillas y la Tierra Firme hasta la desembocadura del Orinoco, Américo Vespucio recorrió la costa brasileña y fue el primero en anunciar que lo que se había descubierto era un nuevo continente. Vicente Pinzón llegó en 1500 hasta la desembocadura del Amazonas y Juan Díaz Solís en 1508 exploró Yucatán y recorrió parte de la costa de México. Se fundaron en aquellos años algunos asentamientos efímeros, más con la finalidad de facilitar los sucesivos saltos a fronteras más adelantadas que con la idea de colonizar el nuevo continente.

Los trabajos cartográficos de aquellos años se hicieron en base a dibujos de campo y testimonios a veces contradictorios de los mismos expedicionarios, por eso el perfil de América en los primeros mapas ofrecía un aspecto vago y rudimentario, por lo que siguió siendo más una incógnita que una realidad..

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Domingo, 9 de diciembre de 1492

“Este día llovió e hizo tiempo de invierno como en Castilla por octubre. No había visto población, sino una casa muy hermosa en el puerto de San Nicolás, y mejor hecha que en otras partes de las que había visto. La isla es muy grande, y dice el Almirante no será mucho que boje doscientas leguas. Ha visto que es toda muy labrada; creerá que debían ser las poblaciones lejos de la mar, de donde ven cuándo llegaba, y así huían todos y llevaban consigo todo lo que tenían y hacían ahumadas como gente de guerra. Este puerto tiene en la boca mil pasos, que es un cuarto de legua; en ella ni hay banco ni baja, antes no se halla cuasi fondo hasta en tierra a la orilla del mar, y hacia dentro en luengo, va de tres mil pasos todo limpio y base que cualquiera nao puede surgir en él sin miedo y entrar sin resguardo; al cabo de él tiene dos bocas de ríos que traen poca agua; enfrente de él hay unas vegas las más hermosas del mundo y cuasi semejables a las tierras de Castilla, antes éstas tienen ventaja, por lo cual puso nombre a la dicha isla la Isla Española.”

(Fragmento de ‘El primer viaje a las Indias’, relación compendiada por Fray Bartolomé de las Casas de las notas y el diario de Cristóbal Colón.)

El primero de estos dos mapas es el más antiguo de los manuscritos en el que aparece algún territorio del Nuevo Mundo. Fue trazado en 1492 y el análisis de la letra ha llevado a pensar que quien lo dibujó pudiera ser del mismo Cristóbal Colón. En él se representa la parte noroccidental de la costa de la isla de La Española, hoy forma parte de Haiti. El segundo mapa está datado en 1519, es anónimo, se encuentra en la biblioteca de la Universida de Bolonia y muestra el trazado de la isla en su totalidad, dibujando espacios urbanos al estilo de las ciudades europeas para significar los principales poblados indígenas.

En la costa norte de esta isla, en territorio que pertenece hoy a la República Dominicana, fundó Colón en enero de 1494 la ciudad de La Isabela, que fue la primera villa europea en América. Mil quinientos hombres llegaron en aqulla expedición y edificaron la villa. Contenía una ciudadela con una casa fuerte para el gobernador, un almacén fortificado, iglesia y hospital. Las calles eran rectas, se cruzaban en perpendicular y tenía también una plaza. Los edificios públicos se construyeron de piedra, las viviendas, de madera y paja. El sitio elegido para levantar el asentamiento no resultó afortunado. La vida allí no era cómoda. El lugar era insalubre y la ciudad estaba frecuentemente azotada por huracanes, las cosechas se echaban a perder y los isleños no siempre eran amigables. La primera villa española en América fue abandonada en 1498, cuando sus colonos prefirieron otros asentamientos o continuaron su viaje urgidos por la llamada el oro.

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 1500. Mapa portulano atlántico de Juan de la Cosa, realizado en el  Puerto de Santa María después de la segunda expedición de Colón, manuscrito sobre pergamino y con técnica de portulano.

Un día de 1832, el Barón de Walckenaer paseando por los kioscos de antigüedades de parís, encontró un viejo mapamundi manuscrito. Estaba firmado: “Juan de la Cosa lo fizo en el Puerto de S. Mª en año de 1500”. Acababa de encontrar el más antiguo de todos los mapas que registran en continente americano. Su autor, también llamado Juan el Vizcaíno, participó como cartógrafo en la segunda expedición de Colón y, en 1499, en la de Alonso de Ojeda. Al regreso de este viaje dibujó su mapamundi.

La técnica es la de los portulanos tradicionales. En la parte asiática, africana y europea, el mapa está decorado con los elementos tradicionales de los portulanos; se representan ciudades y monarcas, personajes bíblicos como los Reyes Magos, figuras mitológicas, el relieve y los cursos de agua, las rutas de navegación y los puertos con el nombre escrito en español antiguo. En la parte del nuevo continente el perfil de la costa apenas está esbozado; las islas, en cambio, están bien detalladas y llama la atención el dato de la insularidad de Cuba, que no sería confirmada oficialmente hasta ocho años más tarde. Probablemente Juan De la Cosa no tenía todavía conocimiento pormenorizado de las últimas expediciones portuguesas más allá del Cabo de Buena Esperanza, pues la costa oriental de África es pura especulación y la de Asia está llena de imprecisiones y espacios vacíos, quizás porque se suponía que en algún punto de esa zona se unían el viejo mundo y las tierras recién descubiertas.

  

Detalle de las Antillas en el mapa de Juan de la Cosa

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Tan pronto se conoció en España la noticia de las nuevas tierras descubiertas por Colón, fueran éstas islas o continente, se iniciaron las disposiciones para gestionar la soberanía de las mismas.

El Rey Juan II de Portugal, en virtud del tratado de Alcaçovas de 1479,  que otorgaba a su reino el monopolio comercial al sur del cabo Bojador y cerraba el paso a la navegación castellana más allá de las Islas Canarias, reivindicaba para Portugal  las tierras descubiertas por Colón en ultramar. Sin embargo el Almirante aseguraba que la ruta seguida desde las islas Canarias hacia occidente en ningún momento había rebasado el límite permitido por el tratado de 1497, por lo que las tierras descubiertas pertenecían a Castilla. En el debate de aquellos derechos, no tardó en ponerse de manifiesto que la situación escapaba a lo previsto en anteriores tratados, por lo que se optó por negociar un nuevo reparto del Atlántico.

Planisferio de Cantino, realizado en Portugal y fechado en 1502. Está realizado con técnica de portulano sobre un pergamino manuscrito y coloreado que ofrecía detalles de la costa continental americana y de las Antillas. Al ser de manufactura portuguesa, destaca la importancia del meridiano que, según el Tratado de Tordesillas, fijaba  la división del Atlántico y de las tierras descubiertas y por descubrir, adjudicando la parte oriental a Portugal y la occidental a Castilla.

Según norma común en el derecho de la época, el Papa arbitraba aquellas cuestiones. Una confirmación por su parte otorgaba privilegios de descubridor y era suficiente para que ningún otro reino de la cristiandad pudiera entrar en conflicto y reclamar derechos políticos, religiosos o comerciales sobre las tierras descubiertas. Los monarcas españoles despacharon inmediatamente embajadores a Roma para lograr el apoyo del Papa Alejandro VI. Aprovechando la buena armonía que existía entre los Reyes católicos y el Pontífice español, consiguieron de él diversas bulas en las que se les concedía la soberanía sobre las tierras descubiertas y por descubrir, se les otorgaba el derecho y el deber de evangelizar a sus habitantes y se establecía el trazado de una “raya” que separara de polo a polo el ámbito de acción de cada una de las dos monarquías peninsulares. La línea establecida por el Papa a 100 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, no fue aún la definitiva, pues al firmar el Tratado de Tordesillas el 7 de junio de 1494, ambas monarquías acordaron dejarla definitivamente establecida en 370 leguas al oeste de las islas de Cabo verde.

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 Por estas fechas la producción de mapas había entrado ya en una fase vertiginosa. Cientos de naves y decenas de expediciones volcadas en todos los mares conocidos –y desconocidos-, llevaban a bordo agrimensores, cartógrafos y cosmógrafos dispuestos a describir fielmente hasta el menor detalle de las tierras que se iban explorando. Cada vez más mapas fueron grabados en planchas imprimibles, lo que permitió la reimpresión y actualización de los mismos. Con frecuencia algunos ejemplares eran coloreados a mano y pasaban a formar parte de grandes colecciones privadas.

Entre los más novedosos e interesantes mapas impresos de principio de siglo, destaca el Mapamundi de Martín Waldseemüller, de 1507.

 
1507. Mapamundi de Martín Waldseemüller

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 Este mapa, que técnicamente se inspira en el sistema de proyección cónica habitual en los mapas de Ptolomeo, es un verdadero hito en la historia de la cartografía por varios motivos.

En él aparece escrito por primera vez el nombre de América en el nuevo continente, dedicado a Américo Vespucci, cuya imagen también representa. Vespucci aseguraba que la tierra que habían descubierto constituía un nuevo continente. Cristóbal Colón, en cambio, sostenía que habían llegado al extremo oriental de Asia. Waldseemüller se basó en las anotaciones de Vespucci para dibujar su mapa y decidió dar al nuevo continente el nombre de América, el mundo de Américo. Es ocioso, claro, añadir que la idea hizo fortuna.

  

"América" por primera vez

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Es también el primero que representar la esfericidad de la tierra utilizando dos hemisferios que sitúa en la parte superior del mapa, en la franja ornamental. Y en uno de ellos, última primicia, realiza la primera representación exenta del continente americano, separado de Asia y Japón y abrazado por dos océanos. Esta circunstancia es particularmente interesante, pues en 1507 todavía se desconocía la existencia del océano Pacífico, que no sería oficialmente descubierto hasta que 1513 arribara a sus costas la expedición comandada por Vasco Nuñez de Balboa.

 

Orla superior del mapa de Waldeseemüller. Mapamundi en dos hemisferios con Ptolomeo a la izquierda y Vespucci a la derecha.

NOTA: Se puede encontrar más información sobre este mapa en el capítulo dedicado a "Cosmografías y Atlas de los siglos XVI y XVII"

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Mapamundi de Johannes Ruysch. 1508.

Hasta que se encontró el mapa extraviado que había dibujado Martin Waldseemüller en 1507, se pensó que éste era el más antiguo mapa impreso en el que apareciera alguna parte de las tierras del Nuevo Mundo. El mapa, grabado en una plancha de cobre, formó parte de una edición de la Geographia de Ptolomeo imprimida en Roma por Bernardinus Venetus de Vitalibus y contiene una importante porción del continente suramericano y las islas mayores del Caribe, todo ello muy cerca del continente asiático y de sus islas.

 

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 El enigmático mapa de Piri Reis. Mención Aparte merece el mapa de Piri Reis, que algunos han llamado también el mapa de los extraterrestres, fechado en 1513.

1513. Mapa de Piri Reis
 
 
Durante una campaña naval contra Venecia en 1501, la flota turca capturó un barco español en cuya dotación había varios marineros que aseguraron haber acompañado a Colón en sus viajes a las Indias. Llevaban con ellos cartas de navegación referentes a aquellos viajes. Así fue como Kemal Reis, famoso almirante de la armada turca y tío del también almirante y cartógrafo Piri Reis, entró en posesión de esas cartas y de abundante información sobre las incursiones de Colón en el nuevo mundo y con estos datos dibujó el mencionado mapa.
 
El que conocemos, es el único fragmento de lo que probablemente fue un gran mapamundi. Está lleno de anotaciones marginales suficientes para interpretarlo. Es un manuscrito muy rico en detalles y en decoración, dibujado a nueve colores, que muestra el Océano Atlántico bordeado en la parte oriental por África y la península Ibérica y en la occidental por todas las tierras conocidas del continente americano.
 
 
El enigma que se ha establecido en torno a este mapa estriba en que también dibuja tierras en la parte sur del mundo y algunos han creído ver en estas tierras una Antártida unida al continente americano, dibujada con exactitud hasta en sus menores detalles. En 1513 no se había explorado aún el extremo sur del continente, y mucho menos la Antártida; además, según los expertos en grandes enigmas, las tierras dibujadas con tanta precisión se hallan miles de metros por debajo del manto de hielo, lo que significa que Piri Reis tuvo que inspirarse en mapas de hace más de 11.000 años, justo cuando la Antártida no era aún un continente helado.
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Sin embargo, la explicación más razonable es también la más probable. No son pocos los mapas que conciben el Nuevo Mundo como un continente unido a los demás formando un inmenso anillo que abraza a un océano único. Lo cierto es que los viejos mitos cosmográficos pesaban todavía mucho después del descubrimiento de América. La concepción de la tierra seguía siendo fuertemente medieval y había muchas opiniones respecto a su tamaño, a la disposición de los océanos y a la forma de los continentes. Pero a pesar de toda esta confusión, o quizás por ella misma, fue éste un siglo vertiginoso. Nunca la concepción del mundo, su forma y su tamaño sufrió una convulsión tan grande como la experimentada a lo largo del siglo XVI.

 

1519. Planisferio de Lupo Homem, donde se interpretan los océanos Atlántico, Índico y Pacífico como un único gran mar interior.

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 En 1513, Juan Ponce de León inició un viaje para explorar las aguas al norte de las Bahamas con la idea de encontrar en aquella zona la isla de Bimini, una de las islas míticas en la que se suponía estaba la Fuente de la Eterna Juventud. No deben sorprendernos este tipo de motivaciones: los viajes de exploración eran frecuentemente emprendidos por aventureros que los entendían como modernas gestas de caballería y parte del acicate que los impulsaba, amén de gloria y riquezas, era el afán de aventura y una exaltada fantasía de acusado componente mítico.

 

Mapa manuscrito realzado por el cartógrafo portugués Jorge Reinel en 1519. En él están representadas aún con bastante imprecisión las islas de La Española y Cuba, la península de Yucatán y las costas de Suramérica conocidas incluyendo una destacable toponimia. Al norte de Cuba aparece la península de Florida marcada como “Tera Bimini”, ya con el estandarte español en ella. El golfo de México no está completo en su parte central.

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Las tierras que descubrió Juan Ponce de León completarían la imagen del Caribe y del Golfo de México. Partió con tres barcos y un mes después de su partida, divisó tierra. Era la costa continental de Norte América. Bautizó aquel territorio con el nombre de Florida, conmemorando la fiesta de la Pascua que se celebraba en aquellos días. Navegó por el atlántico siguiendo la costa hacia el norte hasta llegar a la desembocadura de un río tan caudaloso que uno de los barcos de la expedición fue arrastrado mar adentro por la fuerza de sus aguas. Como los indios de aquellas tierras resultaron ser bastante hostiles y la expedición tenía por fin explorar y no conquistar, optaron por dar la vuelta y seguir su navegación por el sur de Florida y, rodeando los cayos, se adentraron por el golfo de México.

No llegó a encontrar en su viaje la fuente de la eterna juventud, pero en la travesía de regreso dio con algo que a la larga resultaría mucho más provechoso: las potentísimas corrientes del Atlántico norte, que, iniciándose en la Corriente del Golfo, subían por el canal de las Bahamas bordeando el litoral atlántico de Norteamérica para girar después hacia el Oeste, cruzar el océano y bañar con aguas cálidas las costas del Noroeste de Europa. Aquella resultó ser la ruta natural más efectiva para regresar a Europa, por ella transitarían los navíos procedentes del Nuevo Mundo garantizando el éxito de la navegación comercial española por los siglos venideros.
 

 Mapa de La Florida en una edición de 1584 del atlas mundial de Abraham Ortelius

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Aparte del viaje hacia el norte de Ponce León, en la segunda década del siglo XVI, portugueses y españoles continuaron navegando la costa del Atlántico hacia el sur. Se fundaron dos gobernaciones: Castilla de Oro, en Panamá, y Nueva Andalucía, en la costa atlántica Colombia. En 1510 se fundó en el golfo de Darién -en el extremo septentrional de la actual Colombia y junto al istmo de Panamá-, el primer asentamiento europeo en el continente, se llamó Santa María la Antigua del Darién.

Desde allí, en 1514, Vasco Núñez de Balboa, cruzó el istmo y llegó al Pacífico, al que dio el nombre de “Mar del Sur” por encontrarlo mientras viajaba en esta dirección. Aquel descubrimiento estimuló aún más el deseo de encontrar el estrecho que uniera ambos océanos.

En 1516, Juan Díaz de Solís llegó hasta el Río de la Plata, al que llamó Mar Dulce. Exploró las orillas del río Paraná y en el curso de una incursión, fue atacado por los indios guaraníes, que le dieron muerte.

El segundo intento de encontrar el paso entre el Atlántico y el Pacífico fue el de Fernando de Magallanes, cuya gran expedición empezada en 1519 y terminada por Juan Sebastián Elcano en 1522, fue la primera en doblar el continente americano por su extremo sur y en dar la vuelta al mundo.

 

 Este mapa es una interpretación del mapa de América de Diego de Ribero extraída de la Carta Universal que realizara en 1529 para la Casa de Contratación de Sevilla. Diego de Ribero, o Rivero, era cosmógrafo oficial de la Casa de Contratación de Sevilla y posteriormente fue nombrado cosmógrafo real en la corte de Carlos V. La imagen es particularmente interesante porque se trata de una ampliación bastante buena en la que se puede leer toda la toponimia. Para hacerlo basta pulsar sobre la imagen y abrirla en su ubicación original.

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La conquista del istmo de Panamá y el descubrimiento del “Mar del Sur”, permitió iniciar expediciones hacia el norte y hacia el sur desde la otra vertiente marítima del continente e incrementó aún más la leyenda mítica que rodeaba toda aquella empresa. Aquello significó un importante acicate para la exploración del interior del continente lanzando así la segunda fase de los descubrimientos y conquista que, a partir de 1520 fue vertiginosa, al punto que antes de 1540 unos pocos miles de conquistadores habían extendido el dominio del reino de España desde el norte de México hasta Santiago de Chile. Después de aquello, el progreso cartográfico fue rápido y en los siguientes cincuenta años llegó a dibujarse el mapa de toda la América conocida con una asombrosa mezcla de exactitud e imaginación.

 

  

1529, Mapa de Diego Rivero, cosmógrafo de la Casa de Contratación de Sevilla y cartógrafo real a quien se encargó el primer mapa científico en el que consignar l evolución del descubrimiento y exploración de nuevas tierras.
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 1534. La Carta universal de la tierra firme y de las islas de la India occidental. Giovanni Battista Ramusio.

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PRIMEROS PASOS EN LA CONQUISTA DEL ATLÁNTICO NORTE

Para terminar de dibujar el mapa de los primeros treinta años transcurridos desde el descubrimiento de América, debemos ahora retroceder unos pocos años y volver a los últimos del siglo XV

La noticia del descubrimiento de América había conmovido a Europa. Todas las naciones deseaban un lugar en el nuevo mundo y tomaban posiciones para no perder su oportunidad. En 1496 Enrique VII de Inglaterra, saltándose las disposiciones papales, autorizó una patente para el navegante veneciano Juan Caboto y sus tres hijos. La expedición salió de Bristol en junio de 1497 y al parecer llegó a las costas de Nueva Escocia, sin embargo, a su regreso contó una historia tan confusa que la conclusión fue que no habían conseguido nada. Su hijo Sebastián Caboto volvió a partir en mayo de 1498. En aquel viaje llegó hasta la Bahía de Hudson, descubrió Terranova y exploró el extremo superior del continente americano. Navegó muy al norte, es poco probable que llegase a ver alguna de las tierras que hoy integran los Estados Unidos. La leyenda negra cuenta que navegando sin rumbo por el atlántico norte, perecieron de frío los 300 colonos que formaban la expedición. La monarquía Inglesa perdió el interés por la aventura transoceánica; no volveremos a ver ingleses en América hasta casi setenta años más tarde, cuando Drake y Hawkins primero y después los capitanes Amadas y Barlow, salieron a recuperar el tiempo perdido.

Sin embargo aquellas expediciones fueron suficientes para dibujar en los mapas de la primera mitad del siglo XVI partes del litoral de Groenlandia y de Canadá, concretamente la península de Labrador, Terranova y Nueva Escocia.

 

 DIBUJANDO EL MAPA DE AMÉRICA. 2ª PARTE: Siglo XVI, CONQUISTA Y COLONIZACIÓN.

 

Diversos mapas de América Realizados entre la segunda mitad del siglo XVI y los primeros años del XVII. El autor del primero es Abraham Ortelius, y se editó en 1570; del segundo, Jan Huygen van Linschoten, y fue publicado en 1596. El tercero y más reciente pertenece al atlas de Jodocus Hondius de 1606.

Si los treinta años que transcurrieron entre el descubrimiento de América y la primera vuelta al mundo fueron trepidantes, lo que ocurrió a continuación no le vino a la zaga. La primera mitad del siglo XVI fue de claro dominio de las expediciones españolas y portuguesas. Desde mediados de siglo, se incorporaron también Inglaterra, Francia y Holanda a la empresa de colonizadora, su atención se fijo especialmente en el subcontinente norteamericano.

Dejamos ya dibujado en la primera parte de este tema, un mapa del litoral americano que abarcaba la costa atlántica desde la Península del Labrador hasta el estrecho de Magallanes y unos pocos tramos de la costa del pacífico, tanto en la zona del istmo de Panamá como en el extremo sur del continente.


Este mapa lo incluyó Batista Agnese en una de las reediciones de su atlas que fue publicada en 1544. Es un mapa dibujado en estilo portulano. Su interés primordial reside en que por primera vez aparece en él la Baja California dibujada como una península de Norteamérica y no como una isla.

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A partir de 1519 empezó a profundizarse en el interior del continente. Cortés, partiendo de Cuba, emprendió la conquista de la meseta del Anáhuac, el corazón del imperio azteca, y conquistó México en 1520. Primero ocupó la capital de Moctezuma, luego el resto del territorio mexicano, que recibió el nombre de Nueva España. En 1522, Pedro de Alvarado y Gonzales Dávila conquistaron América central. Francisco Pizarro y Diego Almagro conquistaron el imperio Inca, ocuparon el Cuzco y en 1533 completaron la ocupación del resto del Perú. Allí, las minas de plata de Potosí colmaron de riquezas las arcas de los españoles.

Antes de 1540 se habían fundado Nueva Andalucía en Venezuela; Nueva Granada en Colombia y Nueva Toledo en Chile, que había conquistado Pedro de Valdivia. De nuevo Sebastián Caboto, que después de trabajar para el rey inglés lo estaba haciendo para el monarca español, recorrió con detalle el Río de la Plata que años antes había descubierto Juan Díaz de Solís; Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires en 1536, y un año más tarde, Juan de Salazar fundó la ciudad de Asunción.

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MAPAS DE AMÉRICA DEL SIGLO XVI

 

 

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DETALLES Y COMENTARIOS

Hernán Cortés levantó este plano de la ciudad de Tenochtitlán en 1525. Es el primero publicado de la capital azteca, actual Ciudad de México, tal como Cortés la conoció antes de que sus gentes la atacaran y destruyeran en mayo de 1521.

Tenochtitlán (Temestitán), una ciudad con 200 años de historia, era impresionante. Levantada en una zona lacustre, su infraestructura urbana era muy compleja. Muros de piedra para contener las crecidas; canales y acueductos que distribuían el agua; muchas plazas que servían de mercado y amplias avenidas rectilíneas que la recorrían. En la segunda carta de Cortés al emperador Carlos V, relata su primera reunión con el emperador azteca, Moctezuma, y describe su ciudad:

“Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles della, digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas déstas y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad es agua por la cual andan en sus canoas. (…) Tiene esta ciudad muchas plazas donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la plaza de la ciudad de Salamanca toda cercada de portales alderredor donde hay cotidianamente arriba de sesenta mill ánimas comprando y vendiendo (…)” http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaEspanola/HernanCortes/SegundaRelacion.asp
 

Sobre el trazado de la capital azteca arrasada en 1521, se levantó la nueva ciudad virreinal.

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1556, Mapa manuscrito de Le Moyne representando el sur de Norteamérica, México y el Caribe. Es un mapa sureado, es decir, con el Sur en la parte superior del mapa.
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1556 Llano de Hochelaga, en Canadá, de Giovanni Battista Ramusio. Allí fue donde en 1642 se fundó la ciudad de Montreal, inicialmente bajo el nombre de Ville-Marie. La cultura autóctona más importante de entre las de los pueblos nativos que habitaron esta zona, fue la de los Iroqueses..
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1562, El magnífico mapa de América de Diego Gutiérrez, cartógrafo español de la casa de contratación, presenta la costa este de América del Norte; América Central y del Sur en su totalidad y porciones de las costas occidentales de Europa y África. Ofrece, además, una prolija ilustración de todo el imaginario que desde que se iniciaran los viajes trasatlánticos de exploración se habían asociado al nuevo continente y a los océanos. En http://www.loc.gov/rr/hispanic/frontiers/gutierrz2.html puede encontrarse información ampliada sobre este mapa.
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Edición de 1565 de un mapa de Brasil realizado por Giacomo Gastaldi, cartógrafo piamontés que ocupó el cargo de Cosmógrafo para la República de Venecia. Gastaldi produjo mapas e ilustraciones para una recopilación de historias sobre viajes titulada “Viajes y travesías” del geógrafo veneciano Giovanni Battista Ramusio. El trabajo de Ramusio incluía más de 50 memorias, entre ellos los escritos de Marco Polo.
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1570, Mapa de América de Abraham Ortelius. La obra más importante de Ortelius, Theatrum orbis terrarum, se publicó por primera vez en Amberes en 1570 y hoy día está considerado el primer atlas mundial, Fue una obra muy reeditada y frecuentemente actualizada en los años siguientes a  primera publicación.

Abraham Ortelius nació en Amberes en 1527. Amigo y compañero de Mercator, llegó a ser cartógrafo oficial de la corte de Felipe II. Inicialmente, su interés por la cartografía le llevó a recopilar y organizar obras de otros autores que editaba agrupadas y en un formato y tamaño manejables. Aquello le llevó a convertirse en un experto y optó por dibujar sus propias láminas. En 1570 publicó por primera vez su obra más importante, el Theatrum Orbis Terrarum. Una vesión digital muy interesante y de óptima calidad puede encontrarse en la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. Otra versión completa de la edición de 1588 se encuentra en los Fondos digitalizados de la Universidad de Sevilla

Esta obra de Ortelius puede considerarse el primer atlas comercial de la historia. Su primera versión consta de 53 planchas grabadas en cobre e iluminadas a mano en cuyo texto explicativo el autor cita las referencias de hasta ochenta y siete geógrafos y cartógrafos en cuyos trabajos se inspiró. La obra obtuvo un éxito fulgurante. Solo tres años más tarde, en 1573, fue reeditada añadiendo 16 bláminas más a las 53 originales. En adelante sufrió constantes ampliaciones y reediciones. La edición de 1588 tenía 108 páginas y citaba a 137 geógrafos; la de 1595 contenía 119 láminas más otros doce mapas referidos a la historia antigua. Después de la muerte de Ortelius, su obra siguió reeditándose y ampliándose ya con las aportaciones de otros autores hasta 1612.

Ortelius fue el primer cartógrafo en imaginar hemisferios separados para el viejo y nuevo mundo. Dibujó el continente americano en un círculo dividido por paralelos rectos y meridianos curvos y llamó “Orbe Nuevo” al hemisferio correspondiente al continente americano. Uno de los detalles más atrayentes de los mapas de América de Ortelius es observar la evolución del trazado en el trabajo de un mismo autor. En la edición de 1570 todavía no estaba claro, al menos para Ortelius, el perfil Pacífico de Suramérica; en la edición de 1588, aparece ya corregido.

 América “Novi Orbis” de Abraham Ortelius, ediciones de 1570 y de 1588

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1592 Mapa de Sur-américa de Theodore de Bry.
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1596 Mapa de Suramérica de Jan Huygen van Linschoten
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1598. Este mapa de la Guayana es obra de Jodocus Hondius, el patriarca de una de las más famosas familias de cartógrafos holandeses. Es un mapa pintado a mano que comprende la actual Guayana Francesa, Surinam y Guyana. Incluye anotaciones en holandés sobre los pueblos indígenas del norte de América del Sur. Las figuras humanas que lo decoran, un acéfalo y una amazona tienen un acusado componente fantástico. También dibuja animales propios de América del Sur con características más imaginarias que reales. Los ríos Amazonas y Orinoco están representados en el mapa.

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1602, Mapa de America del sur de Levinus Hulsius.
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1606, Mapa de Suramérica de Jodocus Hondius.

  (NOTA: Este artículo está siendo actualizado y ampliado. Última actualización: 10 de Octubre de 2009)

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El mapamundi. Cartografía de la vuelta al mundo

CARTOGRAFÍA DE LA VUELTA AL MUNDO

La conquista del Pacífico

1544, Mapamundi portulano de de Battista Agnese incluyendo el trazado de la trayectoria que siguió la expedición de Magallanes en su viaje de circunnavegación de la tierra. Este cartógrafo genovés parece ser el único que dio crédito a los pilotos y marineros que afirmaban una larga distancia entre el nuevo mundo y el lejano oriente y un perímetro de la tierra mucho mayor de lo que se suponía.
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La cartografía de la segunda mitad del siglo XVI estuvo ligada a los viajes de exploración transoceánicos, al conocimiento de nuevas tierras y a la necesidad de armar y componer una visión cosmográfica real de todo el planeta y su imponente variedad a medida que todo ello se iba descubriendo.
A pesar de que Colón nunca llegó a reconocerlo, pronto los exploradores del Nuevo Mundo aceptaron que lo descubierto no eran las Indias orientales sino un nuevo continente que habría que explorar y descubrir, pero que de momento se interponía incómodamente entre Europa y Asia, que era el verdadero paraíso buscado. En la carrera por la ansiada conquista de oriente, Castilla llevaba desventaja. Los portugueses habían circunnavegado África y entre 1498 y 1515, habían establecido factorías y rutas comerciales en India y China, y además habían llegado a las Islas Molucas, las Islas de las Especias, desde donde se importaban las especias más valiosas: la nuez moscada, la macis y el clavo.

 

1529. Diego Ribero. Es una lámina muy original que delimita las zonas de influencia portuguesa y la española suponiendo que la separación es el antemeridiano de Tordesillas. Según este mapa, las apetecidas islas Molucas –Islas de las Especias- quedaban en territorio español. En la parte portuguesa (la de la izquierda) junto al barco hay una leyenda que pone “vengo de maluco”, en la parte hispana, en cambio, bajo el barco puede leerse “Voy a maluco”.
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Esto ocasionaba un nuevo e importante problema diplomático entre España y Portugal, pues se daba por hecho que las islas Molucas estaban al oeste del antemeridiano de Tordesillas, por tanto en territorio de influencia hispana, sin embargo los navegantes españoles no podían llegar a ellas pues, según los tratados de Alcaçovas primero y el de Tordesillas después, la ruta africana estaba vedada a los españoles. Las expediciones castellanas tenían que navegar hacia occidente, y el nuevo mundo, cuyas dimensiones e importancia aún se desconocían, se interponía en el camino. Solo podían acceder al pacífico, al que entonces llamaban Mar del Sur, desde el nuevo continente.

Necesitaban encontrar un paso navegable que les permitiera sortear América y acceder a Asia y a las riquezas de oriente. Recordemos, además, que todas las referencias conocidas indicaban un tamaño de la tierra mucho menor al que realmente era. Por tanto el océano pacífico sería presumiblemente muy estrecho y el destino ansiado debía de estar muy cerca. Con esta idea se lanzaron los exploradores a buscar el paso que les conduciría a oriente.

1565. Copia de Paolo Forlani sobre un mapa realizado en 1546 por el cosmógrafo Giacomo Gastaldi. Muchos nombres de diversas localizaciones americanas, por ejemplo, California, aparecen en este mapa por primera vez. Era frecuente en este tipo de mapas con sucesivas reimpresiones a partir de una plancha original, añadir en las distintas reproducciones los elementos decorativos. Esta es una copia ricamente iluminada en la que se han reflejado diferentes tipos de embarcaciones, monstruos marinos y animales fabulosos poblando las partes menos conocidas del orbe y de los mares. Cartográficamente, su aspecto más destacable es, junto a la representación de un gran continente austral aún desconocido, la decidida seguridad con la que prolonga por el noroeste el continente americano para unirlo con las Indias Orientales.
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En Septiembre de 1519 una expedición comandada por Magallanes y compuesta por cinco naves y 250 hombres, inició la empresa de encontrar la ruta que permitiera sortear América y llegar al Mar del Sur y a las Islas de las Especias. Fue largo encontrar el paso y peligroso atravesarlo, transcurrió más de un año antes de que el 27 de noviembre de 1520 consiguieran doblar al fin el extremo sur del continente americano y llegar al océano que llamaron Pacífico. La ruta resultó manifiestamente inútil. Demasiado al sur para resultar rentable y demasiado difícil remontar el océano para llegar a las islas asiáticas apetecidas a pesar de contar con la ayuda de los vientos alisios y de la corriente de Humbolt. En el año 1525 una segunda expedición tardó cuatro meses y medio en cruzar el paso entre el Atlántico y el Pacífico, a partir de entonces se recomendó abandonar la ruta que era demasiado larga, demasiado lenta y además no permitía la navegación en sentido opuesto.

Cinco siglos después, la circunnavegación de la tierra es aún una empresa complicada.

 

1565, Copia de Giovanni Battista Ramusio sobre un mapa de Giacomo Gastaldi realizado en 1556
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Los conocimientos heredados de Ptolomeo establecían que el círculo máximo de la tierra era de 29.000 kilómetros, 11.000 por debajo de la medida real. Todos aquellos kilómetros insospechados estaban en el océano pacífico, cuya anchura máxima es de unos 17.700 km. A ellos tuvo que enfrentarse la expedición de Magallanes y aunque aquel dramático viaje, y también los posteriores, pusieron de manifiesto que el continente americano era vastísimo y que el océano Pacífico era un mar inmenso y desafiante, la mayoría de los cosmógrafos y los cartógrafos, convencidos de que los pilotos y marineros que explicaban tanta enormidad eran ignorantes y carecían de rigor científico, siguieron pensando durante años que las medidas eran mucho menores a las reales, de tal manera que apenas hay mapas anteriores al siglo XVII que reflejen la verdadera dimensión de las zonas del mundo que se iban descubriendo.

 


1598, Lámina del atlas de Abraham Ortelius correspondiente a los Mares del Sur
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El viaje de Magallanes no resolvió el problema de encontrar una ruta practicable desde Europa hasta Asia viajando hacia el oeste, así que la exploración del Pacífico por parte de los españoles, hubo de realizarse en adelante desde los puertos de Nueva España y de Perú. Esto no resultó difícil. En 1527, una expedición comandada por Álvaro de Saavedra, aprovechando los vientos alisios del noroeste, llegó en pocas semanas desde México hasta las Filipinas. El problema era el regreso, todo intento de regresar a los puertos de partida terminaban fracasando y todo parecía demostrar que el nuevo gran océano solo era practicable en una dirección. 

 

1570. Fragmento del atlas de Ortelius en el que se dibuja la costa de California justo enfrente y a una distancia irrisoria de Japón.
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El hallazgo de una ruta de regreso a Nueva España efectiva y segura, no se produjo hasta la década de los sesenta, y corrió a cargo del experto navegante Andrés de Urdaneta. Para conseguirlo, zarpó desde las Filipinas en Junio de 1565, impulsado por el monzón del verano, y viajó rápidamente hacia el norte hasta encontrar primero la corriente del Japón y después, más arriba, la corriente del pacífico norte, que vira hacia el este y regresa al continente americano. El viaje de Urdaneta, fue larguísimo; se recorrieron cerca de 18.000 kilómetros e invirtieron en recorrerlos algo más de cuatro meses, pero estableció una ruta viable y, a pesar de que algunos cartógrafos siguieron empeñados en acercar más de lo justificable ambos continentes, dejó prácticamente zanjado el tema de la enorme extensión del océano Pacífico por encima del ecuador.

-Más al Sur-

A La conquista del Pacífico le faltaba aún un importante paso: viajar hacia el sur para encontrar el enorme continente austral desconocido y todos los misterios y prodigios que presumiblemente contenía. En 1567 el gobernador de Perú dio orden a Alvaro de Mendaña, su sobrino, de que descubriese la parte incógnita y encontrase los tesoros improbables que allí existieran. Zarpó la expedición del puerto del Callao navegando hacia el sur por un océano del que no existían cartas de marinar ni demasiados conocimientos de rutas y navegación. Los portugueses ya habían descubierto Nueva Guinea y se hablaba de islas tan ricas en oro que en ellas estaban las verdaderas minas del rey Salomón. Pasaba el tiempo y escaseaban el agua y los alimentos; cuando ya parecía que la misión iba a fracasar, llegaron al archipiélago situado al sur de Nueva Guinea. La cosa no resultó, no había minas de oro ni recursos extraordinarios y además los indígenas resultaron violentos y belicosos. Incluso se dio por hecho que eran caníbales. Además, no iba la expedición dotada de instrumentos fiables para fijar la latitud y la longitud, de tal manera que abandonaron las islas y en los siguientes veinticinco años no volvieron a encontrarlas. A pesar de ello les dieron el nombre de islas Salomón y quedó la conciencia general de que albergaban grandes tesoros.

 

1593, Cornelius de Jode, Lámina del este de Australia, Nueva Guinea y las Islas Salomón. Esta lámina manifiesta que al fin se había aceptado la inmensidad del océano y por primera vez se representa esta parte del mundo en una lámina independiente, separada de las Islas asiáticas.
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A principio del siglo XVII, la expedición capitaneada por Pedro Fernández de Quirós, visto que las Islas Salomón se mostraron manifiestamente esquivas, decidió viajar más al sur con el objetivo de encontrar la Terra Australis, un gran continente de cuya existencia no se dudaba, pues resultaba imprescindible para equilibrar las masas continentales de ambos hemisferios. NO encontraron el enorme continente austral, pero en 1606 llegaron a una isla mucho más grande que cualquiera de las descubiertas hasta el momento, a la que llamaron Australia.
No es sin embargo descartable que los portugueses hubieran llegado a las costas australianas antes de esta fecha. En una nota manuscrita al pie de la siguiente lámina del Atlas Vallard, de 1547, aparece escrito “Primer mapa de Australia procedente del Atlas de Nicholas Vallard”.

Claro que ahí no pone cuándo ni quién escribió esa nota.

 

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Cartografía de América siglo XVI

DIBUJANDO EL MAPA DE AMÉRICA. 2ª PARTE: Siglo XVI, CONQUISTA Y COLONIZACIÓN.

Diversos mapas de América Realizados entre la segunda mitad del siglo XVI y los primeros años del XVII. El autor del primero es Abraham Ortelius, y se editó en 1570; del segundo, Jan Huygen van Linschoten, y fue publicado en 1596. El tercero y más reciente pertenece al atlas de Jodocus Hondius de 1606.

 Nota: he trasladado el contenido de este capítulo añadiéndolo al dedicado al descubrimiento de América.

http://valdeperrillos.com/books/cartografia-historia-mapas-antiguos/cartografia-del-siglo-xvi-navegacion-descubrimientos

Pienso que así quedará mejor estructurado y será más coherente el resultado del trabajo.

Disculpen las molestias.
LB

Las Cosmografías y Atlas de los siglos XVI y XVII

Cosmografías y Atlas de los siglos XVI y XVII

El texto literal en el encabezamiento y pie de este mapa, dice así:
~Carta universal en que se contiene todo lo que del mundo se ha descubierto hasta ahora,hízola Diego Ribero, cosmographo de su majestad:Año 1529. Sevilla
La cual se divide en dos partes conformea la capitulación que hicieron los católicos Reyes de España y el Rey don Juan de Portugal en Tordesillas; año de 1494~

(A quien pueda interesar: Este capítulo está todavía sin terminar. La temática que pretendía trabajar en él es mucho más extensa de lo que calculé cuando lo empecé, y mientras voy desarrollándola encuentro cada vez más ocasiones de modificar lo escrito, dispersarme y no avanzar. Sé que si no lanzo una avanzadilla acabará en el baúl de capítulos inacabados, que está ya demasiado lleno. He aderezado un poco las notas ya trabajadas a fin de subirlas a la web tal cual están en este momento, y, tranquilamente, iré completándolo sobre la marcha. Mientras tanto, pido disculpas por los gazapos e incoherencias que a buen seguro andarán perdidos por ahí. )

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Simultáneamente a la realización de los mapas de las exploraciones, aparecieron en Europa las “cosmografías” precursoras de los grandes atlas que irían tomando fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Las cosmografías eran libros muy documentados que abarcaban un espectro amplio de conocimientos astronómicos, corográficos, históricos, científicos etc., conteniendo muchas ilustraciones referentes a estos temas y fundamentalmente muchos mapas en los que se investigaban nuevas maneras de proyectar la tierra sobre el plano.

En el siglo XV el término cosmografía se había utilizado en su acepción más básica, como sinónimo de geografía. También fue éste su significado en los primeros años del siglo XVI, pero a medida que éste avanzaba, fue ampliándose el objeto de estudio de esta ciencia que pasó a ocuparse de la descripción del mundo en su totalidad, incluyendo disciplinas de carácter teórico relacionadas con la descripción del cielo y de la tierra, como astronomía, geometría, matemáticas, etc., y otras de carácter empírico más directamente relacionadas con el hombre, como las ciencias de la naturaleza, la geografía y la cartografía.

Los modernos estudios cosmográficos y el hecho de incorporar las matemáticas a la geografía tuvieron el efecto inmediato de mejorar el arte de la navegación, que desde que se iniciaran los viajes transoceánicos estaba muy necesitada de conocimientos teóricos. A partir del siglo XVI, esta nueva metodología basada en criterios científicos tomó las riendas del desarrollo cartográfico.

Las dos primeras imágenes corresponden a la obra de Petrus Apianus titulada 'Cosmographia sive descriptio totus orbis', de 1524, una de las primeras y más populares entre las cosmografías renacentistas. La tercera corresponde al 'Astronomicum Caesareum' del mismo autor, editada en 1540.


El cosmógrafo era astrónomo, geógrafo, naturalista y cartógrafo. Como astrónomo, asumía la observación directa de la esfera celeste estudiando su división y la posición de la tierra en el cielo en relación con el resto de los cuerpos celestes. Cartografiaba el firmamento y trazaba en los mapas la ubicación y movimiento de los cuerpos celestes. La cartografía celeste fue una potente herramienta que permitió a los navegantes conocer en todo momento su situación y orientarse, y a los cartógrafos fijar con fiabilidad la ubicación de cualquier lugar u objeto en la tierra y los océanos.

Lámina de la Cosmographia de Petrus Apianus

 

Como geógrafo y naturalista, a su disciplina competía conocer toda la tierra en su conjunto y las particularidades de cada una de las zonas delimitadas por los círculos que la dividen, el estudio de los climas, los vientos y la ubicación de los países según la longitud y latitud respecto a los paralelos y meridianos.

También competía a la cosmografía recabar información para realizar una detallada descripción de las regiones de la tierra y su contenido, incluyendo no solo todos los accidentes orográficos sino también la descripción de los países, los núcleos urbanos, las razas, costumbres y formas de vida de las gentes que los habitaban y de los animales y plantas propios de cada región.

Y por fin, como cartógrafo, el cosmógrafo debía llevar al mapa toda la información recabada.

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La primera cosmografía que con este nombre se publicó en el siglo XVI, fue la de Martín Waldseemüller. Este geógrafo publicó en 1507 dos mapamundis anexos a un opúsculo de nueve capítulos al que tituló “Cosmographiae introductio, cum quibusdam geometriae ac astronomiae principiis ad eam rem necessariis”.

 

Páginas de la ‘Cosmografiae introductio’ de Waldseemüller digitalizadas en la Biblioteca del Congreso Usa.


Aquel trabajo estaba pensado para satisfacer la enorme curiosidad que las exploraciones transoceánicas estaban despertando en Europa, y el creciente interés por todos los conocimientos relacionados con la cosmografía. Su éxito fue inmediato y el opúsculo fue varias veces editado en los meses siguientes a su primera aparición. En la introducción, Waldseemüller explica los principales problemas de la geometría en la medida en que ésta es necesaria para entender la geografía y realiza una descripción minuciosa de la tierra: sus ejes, los círculos que la dividen y las zonas que delimitan, los climas, vientos, océanos, islas y continentes y las distancias entre todos ellos. Varias veces en la obra se refiere el autor a las tierras recién descubiertas en occidente, a las que denomina “Quarta orbis pars”, es decir, cuarto continente, y propone para ellas el nombre del que creía su legítimo descubridor: América, la tierra de Americo Vespucii. Pocos años más tarde, consciente de su error, quiso enmendarlo, pero para entonces el uso de dicho nombre estaba ya generalizado.

 

Mapa de Waldseemüller diseñado para revestir una esfera y formar un globo terráqueo.

 

Los dos mapamundis fueron editados el mismo año 1507 adjuntos a la cosmografía, aunque independientes. Uno de estos mapas estaba proyectado para servir de base a un globo terráqueo. Consta de doce usos que dibujan un globo desplegado, sin montar. Es un mapa empírico cuyas referencias son las aportadas por navegantes y cartógrafos que las tomaron in situ. El ecuador está marcado de acuerdo con las anotaciones tomadas en los viajes de Vespucii y de las referidas en cartas náuticas como las de Juan de la Cosa, Bartolomé Colón o Cantino.

 

Mapa de Waldseemüller completo

 

El otro fue realizado siguiendo las premisas de la proyección cónica sobre el plano que estableciera Ptolomeo. Recibió el nombre de “Universalis Cosmographiae descriptio in plano”. De este mapa se realizó una única edición y pronto no quedó ningún ejemplar localizado. Aún así no se perdieron las referencias durante los siglos en que estuvo extraviado, pues era bien conocido tanto por las descripciones que el mismo Waldseemüller realizara en su Cosmographiae, como por algunas copias dibujadas por otros cosmógrafos, como el suizo suizo Glareanus en 1510, Peter Apianus en 1522 o Sebastian Munster, que copió los mapas hemisféricos de menor tamaño que Waldseemuller dibujara en la parte superior del mapa.

 

Waldseemüller. Detalle de los pequeños mapas hemisféricos en la parte superior de la orla. En uno de ellos aparece por primera vez el continente americano dibujado como dos subcontinentes unidos por un istmo y separado del resto del mundo, aunque muy cerca de Japón, pues se suponía que el nuevo mundo estaba casi pegada a Asia.

 

El mapa estuvo perdido hasta 1900, año en el en que un ejemplar fue encontrado en un castillo en Wolfegg, en Alemania. Actualmente está considerado como un hito en la historia de la cartografía y de las expediciones en ultramar. Consta de doce secciones y está dividido en tres zonas de cuatro secciones cada una. Cada sección mide aproximadamente 45.5 x 62 cm, con una extensión total de algo más de tres metros cuadrados. En él la tierra está representada atendiendo al segundo tipo de proyección ptolemaica, popularizado por Nicolás Germano en la edición de Ulm de 1482.

 

Waldseemüller. Detalle de las secciones centrales de la zona inferior. Al pie se escribe que el mapa ha sido diseñado según la tradición de Ptolomeo y las notas de Americo Vespucii.

 

A partir de 1513, Waldseemüller, convencido de que Americo Vespucii no era, como había pensado cuando realizó los mapas de 1507, el verdadero descubridor del nuevo mundo, dejó de utilizar el nombre “América” en sus trabajos cartográficos. No consiguió, sin embargo, eliminar el término que él mismo había inventado y popularizado. El nombre de América estaba bien arraigado, aunque todavía restringido a la parte sur del nuevo continente. Sería Gerhard Mercator el que años más tarde, en 1538, utilizaría en su mapamundi “Americae pars septentrionalis” para nombrar Norteamérica y “Americae pars meridionalis” refiriéndose al continente Suramericano.

 

Sección inferior izquierda del mapa de Waldseemüller en la que aparece por primera vez en la historia el nombre de América.

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No es difícil imaginar el vasto universo del cosmógrafo y la complejidad de la representación cartográfica a medida que avanzaba la exploración del mundo. Pronto, el principio de prudencia substituyó al apasionado caos heredado de las enciclopedias medievales y la moderna cosmografía se constituyó acumulando y registrando datos de tal manera que permitiera organizar por temas los distintos conocimientos y, además, ampliar la información y reestructurar y reeditar las obras sin perder la coherencia interna en sucesivas ediciones.

La cosmografía renacentista, como todas las ciencias en aquel momento, se caracterizó por su adhesión a los principios y metodología científicos. Pero no debe entenderse por ello que la obra gráfica y descriptiva del Renacimiento fuera fundamentalmente sobria, al contrario, la exuberancia que caracterizaba toda representación de lo natural desde la antigüedad clásica y que, concretamente, había adornado los mapas medievales, se vio incrementada en la misma medida que aumentaron los conocimientos y se amplió el ámbito de estudio de las ciencias de la naturaleza. Si a ello añadimos que también el cosmógrafo, como todos los sabios renacentistas, fue propenso a la representación visual de su cosmos, no nos sorprenderá encontrarnos ante una cartografía llena de elementos gráficos superfluos que significan una fascinante convergencia del arte con la ciencia y de la fantasía con la racionalidad.

 

1539. Carta Marina de Olaus Magnus, editada en Venecia. Este gran cosmógrafo renacentista sueco, publicó el primer mapa detallado de Escandinavia con tanta exactitud y precisión como la tecnología y los conocimientos de la época permitían. Es un mapa preciosista y muy detallado en el que, además de los aspectos geográficos, se expresan las formas de vida de los pueblos septentrionales, buena parte de sus mitos y un importante elenco de monstruos marinos.

También escribió en 1555 y en latín una interesante compilación cosmográfica de la historia de los pueblos escandinavos, titulada Historia de gentibus septentrionalibus. En ella, siguiendo la inspiración de la historiografía humanista, proporciona un brillante retablo de las tierras y gentes de Suecia en el umbral de una nueva era. Aquella obra, frecuentemente editada y, a partir del siglo XVII, traducida a otros idiomas, fue por mucho tiempo la más completa fuente de información sobre las gentes y formas de vida del norte de Europa.

 

A resultas de esta nueva mentalidad, muchos mapas de renacimiento funcionaban como auténticas enciclopedias visuales con todo tipo de informaciones añadidas a los hitos geográficos. Cuanta más se conocía del interior de los continentes, más frecuente era dejar constancia de todo ello en los márgenes de los mapas, que se llenaban así de noticias sobre etnografía, botánica, zoología, organización social, etc.

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Una de las más antiguas y populares cosmografías del siglo XVI fue la del astrónomo y matemático Peter Apianus, editada por primera vez en 1524.

 

Curioso mapa circular contenido en la Cosmographia de Apiano. Dibujado utilizando una proyección estereográfica –paralelos rectos y meridianos curvos- centrada en el Polo Norte, incorpora elementos móviles de medida. Muestra sólo los contornos de los continentes conocidos, Europa, Asia, África y América. La obra del matemático y astrónomo alemán, Peter Apiano, fue una de las primeras y más populares cosmografías, llegándose a considerar un texto imprescindible en la formación de los geógrafos y astrónomos de la época. Fue traducido a cinco idiomas y conoció hasta quince reediciones a lo largo del siglo XVI.

 

Mapamundi incluido en la Cosmografía de Peter Apianus (1520) editada por Gemma Frisius (1540). Durante mucho tiempo, hasta que en 1901 se encontró el mapa de Waldseemuller trazado en 1507, se pensó que el mapamundi de Apianus había sido el primero en dar el nombre de América a cualquier porción del nuevo mundo descubierto.

 

Peter Apianus, también conocido como Apian o Apiano, era el nombre latinizado de Pierre Bienewitz. Había nacido 1495 en Leisnig, Sajonia. y como todos los cosmógrafos de su época fue autor de una producción científica muy variada. Su “Cosmographia sive Descriptio” apareció editada por primera vez en 1524. En ella se proponía demostar la importancia ineludible de la geometría para comprender la geografía. Este principio fue fundamental en la evolución de las nuevas ciencias de la tierra y de la cartografía. Apiano estuvo muy relacionado con los cosmógrafos flamencos cuyas obras florecieron al socaire del emperador Carlos V, buena parte de su obra la publicó en colaboración de otro insigne cosmógrafo, Gemma Frisius, que era a la vez ilustrador, cartógrafo, diseñador de instrumentos matemáticos y fabricante de globos terráqueos y celestes, siendo en esta última faceta un consumado y reconocido maestro.

El propio emperador Carlos V patrocinó la edición de su obra más conocida, el Astronomicum Caesarium (1540). Todavía en la órbita del geocentrismo ptolemaico, está considerado el libro más espectacular del siglo XVI. Se trata de una obra maestra en la historia de la imprenta y en la de la astronomía. Incluía estudios de astronomía, matemáticas y física, instruía sobre la fabricación de instrumentos matemáticos para la observación de los movimientos planetarios y para la navegación y también analizaba problemas derivados del uso del calendario. Es una obra grandiosa desde cualquier perspectiva, la calidad del contenido científico compite con la belleza editorial de sus ilustraciones y grabados.

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Sebastian Münster fue uno de los más importantes y conocidos cartógrafos de mediados del siglo XVI. Su obra se recoge en dos trabajos sobresalientes: una edición de la Geografía de Ptolomeo editada en 1540 conteniendo cuarenta y ocho grabados a doble página, y su Cosmographia, que se publicó completa por primera vez en Basilea, en 1544. La suya es la más conocida y popular de las Cosmografías renacentistas. Es una obra de carácter universal y enciclopédico que abarca todos los planos del conocimiento centrado en la naturaleza.

 

Münster copió e incorporó a su mapamundi el perfil de América del Norte que dibujó Waldseemüller en uno de los pequeños hemisferios del margen superior del mapa de 1507.

 

Detalle de la esquina inferior izquierda del mapamundi de Münster. Caníbales.

 

Contiene más de quinientos grabados y entre ellos veinticuatro mapas a doble página. Las planchas de esta obra están grabadas siguiendo la técnica de vaciado en madera y posterior estampado en relieve, lo que confiere un aspecto simple y algo tosco a las láminas. Sin embargo la información es profusa y como además era frecuente colorear a mano los ejemplares más lujosos, el resultado final de algunas de las reproducciones conservadas es muy atractivo.

 

Impresión realizada en 1546 sobre la tabla grabada en 1544 del mapa de América adjunto a la cosmografía de Sebastian Münster. En este mapa América se dibujó como un continente estrecho con dos subcontinentes unidos por un istmo y muy cercano a la costa asiática. Con anterioridad sólo se consideraba como continente la actual Suramérica, suponiéndose que las zonas conocidas del subcontinente septentrional eran solamente islas. El océano Pacífico se representa como un mar de tamaño muy reducido. Pasaron muchos años antes de que la exploración del Pacífico obligara a los más reconocidos cartógrafos a aceptar que América era un gran continente, el Pacífico un océano inmenso y la tierra mucho más grande de lo que habían calculado e imaginado.

 

Las dos obras de Sebastian Münster y sus sucesivas reediciones, tuvieron una amplia difusión editándose tanto los volúmenes completos como los mapas y otras láminas en hojas sueltas.

 

Mapa de África adjunto a la misma cosmografía de Sebastian Munster

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Una obra espectacular que encaja en este capítulo aportando características propias con especial incidencia en los aspectos étnicos y culturales de las poblaciones autóctonas amrericas, fue la de Théodore de Bry (1528-1598), grabador, impresor y editor de libros, muy reconocido por sus magníficas crónicas sobre la colonización de América.

 

Grabado de Theodore de Bry en 1590 basado en un dibujo de John White en el que se ilustra la colonización de Virginia.

 

Su proyecto americano se inició con la reedición en 1590 de la obra en la que Thomas Hariot narró el primer asentamiento inglés en Virginia. La edición de De Bry, profusamente ilustrada, alcanzó tal éxito que al año siguiente editó otro volumen referido al primer intento de colonización de Florida por parte de los franceses. También editó volúmenes dedicados a las exploraciones en Brasil y a la búsqueda de El dorado. Théodore de Bry y más adelante sus hijos, continuaron sus series de publicaciones hasta 1639, con relatos ilustrados tanto de la colonización americana como de viajes asiáticos.

 

América según de Bry en 1596

 

Los grabados de de Bry están generalmente realizados sobre planchas de cobre tomando como base dibujos y acuarelas realizados in situ y de primera mano por los cosmógrafos que acompañaban a las expediciones. Son grabados muy cuidados que aportan abundante información sobre la historia de las conquistas y asentamientos europeos en América. Su obra aportando tanto mapas locales o generales de indudable interés, como una vasta obra gráfica representando la forma de vida y culturas de los nativos americanos y su relación con los conquistadores europeos.

 

Americae pars, Nunc Virginia dicta...
Mapa grabado por Theodore de Bry en 1590, basado en una acuarela original de John White
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Imágenes de los nativos de Virginia en las fiestas del sol. Grabado por Theodore de Bry en 1590

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(Continuará...)
 

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ográfica no está terminada, seguiré añadiendo datos, especialmente sobre temas concretos y recursos digitales, a medida que vaya poniendo orden a mis notas).